Por: Chencho Moreno. Portavoz GM Ciudadanos. Ayto. Puente Genil
He de empezar corrigiéndome ya desde el inicio, al parece no es el Covid-19, sino la Covid-19. Y hablar de hemos me queda grande, hablaré de lo que he aprendido yo, que ya bastante tengo con eso.
Si he de resumir todo en una palabra, lo haría con la palabra humildad. El virus nos ha puesto en nuestro sitio, nos ha dado una cura de humildad sin precedentes. El mundo se detuvo de repente. Ni todo el dinero imaginable ha podido, hasta ahora incluso, negociar con el virus una tregua. Y la segunda palabra que lo resume todo sería torpeza, la necesaria para no haber aprendido golpe tras golpe que nos ha ido propinando. La primera ola fue culpa del virus, la segunda de las leyes o la falta de ellas, la tercera y sucesivas están sido culpa nuestra, y lo seguirán siendo. Igual no estás de acuerdo conmigo, igual te falta humildad para reconocerlo. Seguramente estoy equivocado, ¡o no! Pero es lo que pienso y es mi artículo.
Y ahora, reduzcamos los problemas que nos hemos ido encontrando para ver si hemos/he, aprendido algo o no
Para empezar, y vámonos al territorio nacional, no hemos tenido el criterio necesario por parte de quienes dirigen el cotarro a altas esferas, pero de ninguno. Hemos visto una guerra cruzada entre dirigentes diciendo y desdiciendo, haciendo y deshaciendo, legislando para el sí y para el no a la vez. La total falta de seguridad que se transmitía y de falta de confianza que merecían desde el inicio, rompió el único hilo conductor que nos ayudaría a salir de esta: la colaboración plena y absoluta a todos los niveles. La política del Sálvame Deluxe se instauró en la mayor crisis de la historia moderna, donde era más importante el “y tú más” que el “sentémonos que esto es gordo”.
Pero que nadie piense que esto que digo ha sido culpa de Fernando Simón, o Pedro Sánchez. No, ha sido culpa de quienes ostentan puestos de responsabilidad sin haber tenido nunca que demostrar su valía. Porque cuando todo va sobre ruedas las medallas se cuelgan fácil. Pero cuando la cosa se pone difícil, se mira para otro lado, se entra en shock y quien se supone que debe ser quien resuelva la papeleta se convierte en el ausente líder que no indica el camino a seguir generando un problema añadido.
Y después estamos nosotros. No es necesario legislar para no darnos cabezazos contra la pared para que no lo hagamos. Hemos fallado estrepitosa y preocupantemente como sociedad. Mucho salir a las 8 de la tarde a aplaudir a los balcones, pero luego aprovechábamos la mínima para hacer una fiestecita, invitar a los amiguetes, y pasar días después todos por la cola del Auto Covid para hacerse la PCR. Y todo porque no hemos sido capaces de mirar más allá que el metro cuadrado que rodea a nuestro ombligo. Y el problema es que este ha sido el comportamiento habitual, y las excepciones son quienes lo han hecho bien. Cuando debería haber sido al revés. Ninguna celebración vale el precio de un solo día en la UCI intubado boca bajo de nadie, y mucho menos si la celebración la organizas tú y al que intuban es otro. Y llegamos a mi tercera palabra, decepción. Como sociedad hemos tenido la oportunidad de demostrar que somos capaces de ayudarnos en general, no excepcionalmente, pero hemos seguido llegando al parking de un centro comercial atestado aparcando en dos plazas contiguas para que no nos arañen el coche. Recordad: nuestro ombligo.
No es necesario legislar para no darnos cabezazos contra la pared para que no lo hagamos
Localmente, la cosa empezó bastante bien teniendo en cuenta las circunstancias. Teníamos factores de riesgo extremo como eran los Sábados de Romanos allá por la Cuaresma del 2020. A tiempo, valiente y con responsabilidad social, el Presidente de Agrupaciones de Semana Santa daba un paso al frente para llamar a la calma, la responsabilidad y a no hacer celebraciones. Es mejor perderse alguna, que no volver a estar en ninguna. Yo admiré y admiro su valor, lo tenía complicado. Pero, aunque no todo el mundo, quienes debieron tener en cuenta su sabio consejo hicieron en demasiadas ocasiones caso omiso acogiéndose al derecho del carácter privativo del espacio donde se reunían, y algunos hasta con chulería. Llegó en verano y venga fiestas en campos, venga avisos a la Policía de vecinos que no entendían cómo en la parcela de al lado hubiera una fiesta. Macrocomuniones, celebraciones a las que los invitados iban con sospecha de estar infectados, positivos tapados para evitar cesar actividad en empresas, y mejor no seguir. Sí, alguien tenía que decir la verdad, alguien tenía que culpar a insensatos, desconsiderados, egoístas e irresponsables de que Puente Genil haya tenido positivos, personas infectadas y sufriendo y hasta desgracias que no tuvieron porqué ocurrir si todo el mundo hubiera sabido comportarse, pero no fue así y hay que reconocerlo. El virus no solo ha parado el mundo, nos ha hecho retroceder en la escala evolutiva algunas especies, nos quedaremos en el Erectus ya que seguíamos manteniendo la verticalidad.
Pero, por suerte, no todo ha sido malo. He visto cómo gente ha trabajado día y noche por ofrecer soluciones. Cómo empresarios modificaban su producción para dotar de EPIs a trabajadores esenciales, cómo restaurantes con Estrellas Michelín destinaban todos sus recursos para dejar de hacer menús que vendía por 250€, a hacer menús que donaban a comedores sociales. A aquellos que no os queréis poner la vacuna porque decís que “no se ha probado lo suficiente”, pensad que ha habido gente que en fase de experimentación se ofrecieron voluntarios para que se la pusieran a ellos. He visto a artistas que en lugar de quejarse y quejarse hacían directos gratis por redes sociales para entretenernos. Héroes anónimos que se ofrecían para hacer la compra a personas mayores que viven solas. Trabajadores a quien nadie ha aplaudido que han desinfectado calles, limpiado hospitales, mantenido sistemas de climatización, prestado servicios básicos imperceptibles para la mayor parte de la gente pero imprescindibles. Personas anónimas que se han puesto a coser mascarillas y repartirlas a sus vecinos, otras que han dado de comer a conocidos o vecinos que la crisis sanitaria los ha llevado a la ruina. Acciones sociales colapsadas pero que nunca han dejado de trabajar para prestar un servicio de valor incalculable. Trabajadores de supermercados, camioneros en carreteras solitarias llevando comida a los últimos rincones del país. Y así una infinita cantidad de acciones que me llevan a la esperanza.
También hemos visto héroes anónimos que se ofrecían para hacer la compra a personas mayores que viven solas
Pero este artículo se escribe en líneas generales, y lo siento pero hemos aprendido poco, y reconocerlo es la única forma de mejorar y corregir la tendencia. El espíritu altruista y humanitario de unos no sirve para nada si justo en el momento que se levanta el Estado de Alarma nos vamos de botellón. El 9 de mayo finalizaba el estado de alarma y este hecho nos dió la oportunidad de demostrar que como especie merecemos la supervivencia, recordad lo del Erectus. Y para sobrevivir debemos tener una cosa clara: el virus no solo se transmite por el aire o aerosoles, también se transmite por el egoísmo, la irresponsabilidad y la falta de consideración. Pero, de nuevo, la decepción. Parecía que más que volver a tener la oportunidad de comenzar a hacer las cosas con cabeza, nos hubieran dicho que íbamos a morir mañana, porque de no ser así no entiendo el comportamiento de mucha gente, también en nuestro pueblo.
Seguramente no te guste lo que he escrito. No he buscado hacerlo. Yo solo quiero que te hagas una pregunta: ¿estoy haciendo yo todo lo necesario para frenar al virus? Si es que sí, eres mi héroe. Si es que no estás a tiempo de aprender, y si no quieres aprender recuerda lo de la torpeza y el ombligo.
Por: Chencho Moreno. Portavoz GM Ciudadanos. Ayto. Puente Genil