Miguel Ángel Blanco fue asesinado a sangre fría, maniatado y de rodillas en un bosque de Lasarte-Oria (Guipúzcoa). Uno de los terroristas de ETA le disparó dos tiros en la cabeza para acabar con su vida sobre las cuatro de la tarde del doce de julio de 1997. Falleció en el hospital de Ntra. Sra. de Aránzazu de San Sebastián en la madrugada del trece julio.
Era la crónica de una muerte anunciada, secuestrado dos días antes en el municipio de Éibar cuando se dirigía a una reunión de trabajo a primera hora de la tarde.
¿Por qué secuestraron y asesinaron a Miguel Ángel Blanco? ¿Quién era? ¿Cómo reaccionó la sociedad ante los hechos que acontecieron? ¿Fue el principio del fin de ETA? ¿Saben los chavales que están en los colegios o los jóvenes que estudian bachillerato todo lo que pasó?
Empiezo por la última pregunta. El 60% de los jóvenes no saben quién fue Miguel Ángel Blanco. Lo que da una idea del tremendo desconocimiento de la actividad terrorista de ETA, que entre 1968 y 2009 dejó en España la friolera de 853 asesinados, 3.500 atentados y más de 7.000 víctimas.
Miguel Ángel tenía entonces 29 años -hoy tendría 54- y trabajaba en una consultoría como economista. Compatibilizaba su labor profesional con la actividad política como concejal del PP en su municipio, Ermua, cargo que ejercía desde 1995. La decisión de entrar en política vino de su admiración por Gregorio Ordóñez, candidato a la alcaldía de San Sebastián, también asesinado, a quien conoció personalmente en un acto electoral del partido.
Hay que ponerse en el contexto de la sociedad vasca de aquellos años, donde varias generaciones no han conocido la libertad en su más amplio sentido, sino que han estado bajo la presión de ser discriminados, señalados o amenazados por el terrorismo.
Un lugar donde ser político, militar, miembro de las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado, periodista o funcionario de prisiones, era una profesión marcada por la posibilidad de ser víctima de un atentado. Miles de ciudadanos emigraron desde el País Vasco hacia otros lugares de la geografía española a lo largo de estas décadas huyendo de la coacción del nacionalismo radical.
El asesinato de Miguel Ángel fue la respuesta más cruel de la banda terrorista ETA frente a la liberación del funcionario de prisiones José Antonio Ortega Lara, que tuvo lugar el 7 de julio de 1997, tras 532 días encerrado en un zulo bajo tierra, sin luz natural y en un espacio infame donde ni siquiera podía ponerse en pie. Un calvario que solo se podría denominar como una muerte en vida.
Un éxito operativo de la Guardia Civil al que los etarras respondieron de forma desesperada secuestrando y asesinando a un joven concejal desconocido y sin escolta.
El secuestro de Ortega Lara fue distinto a los anteriores, porque hasta entonces la motivación era la extorsión económica a las familias. En este caso fue un intento de chantaje al Estado de Derecho, exigiendo el acercamiento de todos los presos a las cárceles del País Vasco.
La angustia provocada por el secuestro y la amenaza de asesinato de Miguel Ángel provocó una respuesta insólita en toda España. Una verdadera ola de compasión y solidaridad que impulsó a millones de españoles a echarse a la calle en defensa de la vida del joven concejal. Concitando la emoción y el sentimiento de amor más puro hacia Miguel Ángel, en contraposición al rechazo absoluto a la violencia y la barbarie terrorista.
Fue tan grande la pasión y unidad que mostraron los españoles en aquellos días, tan férrea la convicción del gobierno de no ceder al chantaje terrorista, tan cruel la respuesta de los asesinos frente al clamor popular, que supuso el principio del fin de ETA.
Miguel Ángel Blanco representa la fuerza de un país frente al terror. Es el símbolo del bien absoluto y de la libertad. Por eso debemos sentirnos orgullosos de pronunciar su nombre, de ver su imagen en cientos de actos de homenaje y recuerdo, o de tener una calle rotulada en nuestro pueblo.
Hoy hay un partido, BILDU, representado en el Congreso de los Diputados, en instituciones vascas y de otras regiones como Navarra, que es el brazo político de ETA. Que no ha condenado el terrorismo, ni ha pedido perdón a las víctimas, ni ha colaborado en el esclarecimiento de los más de 379 crímenes que aún quedan sin resolver.
Por eso cada año debemos seguir recordando a Miguel Ángel y al Espíritu de Ermua, como salvaguarda de la dignidad, la decencia, la valentía, el coraje y la Libertad.