En el horizonte ya se atisba el 20 de febrero, Jueves Lardero. Ahí, oficialmente, comienza la Cuaresma en Puente Genil (aunque verdaderamente sea el Miércoles de Ceniza, una semana después). La Cuaresma de nuestro pueblo es archiconocida. La «Subida de Romanos» por calle Aguilar, la Plaza del Calvario a rebosar de gente, los cuarteles subiendo, cada sábado, al Santuario de Jesús… En definitiva, es muy conocida por el gran ambiente, a veces bastante mal entendido (incluso por los propios hermanos de los cuarteles). El tramo de la parte alta de Aguilar hasta la plaza del Calvario es un hervidero de personas celebrando en la calle, «acompañando» al Imperio Romano, Ataos, Testigos Falsos y resto de corporaciones a cumplir la tradición y su cometido.
Pero Puente Genil, en su Cuaresma más íntima, la de los cultos en noches entre semana y funciones de domingos, tiene otra singularidad; única y autóctona, que es la verdadera joya que perdura incorruptible en el tiempo (más de 80 años). Y esa joya es la Schola Cantorum Santa Cecilia; nuestro querido Coro. Un grupo de unos 60 hombres, de voces graves, que desinteresada e incesantemente, ensalzan todos y cada uno de los cultos de nuestras cofradías y hermandades.
Cuando te acostumbras, tiendes a valorar menos cualquier situación, pero aquí está este artículo a sólo unos días de comenzar su ardua tarea, para recordar su inconmensurable trabajo. Desde este domingo, con Las Penas, hasta después de Semana Santa, con el Resucitado, este nutrido grupo de buenas personas, ensalzarán a nuestros Sagrados Titulares, en cada uno de nuestros cultos, de una forma única en el mundo. La forma que tiene Puente Genil.
Las calles y las personas que vayan a resguardarse en sus hogares, ya que el final del día se acerca, serán testigos de como el negro de la noche, el frío, incluso la lluvia, en ocasiones, serán los más fieles acompañantes de estos hombres para trasladarse, de forma rápida, de una iglesia a otra. Porque en una ha terminado el Triduo, pero en la otra está a punto de comenzar. Cuestas arriba, calles abajo… podrás ver varios grupos de personas doblar alguna esquina, con una carpeta negra en la mano, y con los cuerpos acurrucados intentando quitarse el frío que arrecia a esas horas. Esas carpetas contienen el amor de varias generaciones de los músicos, poetas y letristas de Puente Genil hacia Jesús y su madre María, nuestros Titulares y hacia su pueblo y sus tradiciones.
Semanas de tres y cuatro misas diarias. Desde el martes hasta el domingo en la Función. De salir del trabajo e ir directamente a unirse a ese compromiso que se adquirió con esta bella tradición que conlleva el amor hacia tu pueblo. Gargantas que parecen incorruptibles y unas fuerzas que se renuevan cada vez que se entra por el dintel del templo. Nunca fallan. Siempre están. Prestos y dispuestos para cumplir con un trabajo, que para ellos, se transforma en responsabilidad, pasión y devoción. Son la banda sinfónica de nuestra Cuaresma y nuestros cuarteles, intentando emular sus grandes armonías. Son la música de nuestros recuerdos mananteros más íntimos. ¿Quién no recuerda a alguien que se nos fue con alguna copla? ¿Quién no revive ese recuerdo de antaño con esa plegaria? Ellos, ellos son el motor de nuestras ganas. Porque siempre están, a pesar de todas las circunstancias que les puedan rodear.
Capitaneados por un pontanés, que es lo más parecido a lo imprescindible, desde arriba estoy seguro que, junto con lo que nos faltan, Nuestro Padre Jesús y María Santísima, mirarán un poquito más de reojo a un pueblo al sur de Córdoba, llamado Puente Genil, que en la Cuaresma más íntima, tiene un alma en forma de Coro, donde sus voces se elevan de tal forma que a la misma Gloria alcanza y la hace bajar para que la disfrutemos los mortales.
GRACIAS POR TANTO.