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A mis hijos los educo yo.

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La educación es la base de todas las grandes civilizaciones, el conocimiento nos hace libres y muchos pueblos a lo largo de la historia han usado la ignorancia y la incultura para adoctrinar y moldear la voluntad de las personas.

Según la constitución española, los padres tenemos el derecho de elegir y decidir la educación que queremos para nuestros hijos, y el tipo de colegio al que queremos que asistan. Una decisión esta última, que en estos días se está poniendo en cuestión.

Enseñanza, y digo bien, porque a los niños los educamos los padres. 

     

En el colegio han de transmitir unos conocimientos establecidos por la ley, y reforzar unos valores que los alumnos deben llevar aprendidos desde casa. Esos valores que inculcamos los progenitores, o al menos intentamos hacerlo, tienen que ver con lo que somos, con nuestra educación, con nuestra moral, con nuestra fe. Por lo tanto dependen de la persona. Los valores que inculcamos a nuestros hijos tienen una parte subjetiva que diferencia a unos niños de otros y que enriquece nuestra sociedad.

El problema que tiene este gobierno, es que cree que existe únicamente una moral (la suya), una única ideología válida (la suya), sólo una misma forma de entender la vida (la suya) y da por supuesto que el resto estamos equivocados. Su fin último es que no te salgas de sus preceptos e ideales, para que entiendas la vida y la educación de una única forma, claro está, impuesta por ellos.

Entienden que la libertad de decisión no puede ser de los padres, que teóricamente no sabemos lo que es mejor para nuestros hijos, sino que tiene que venir impuesta como dogma (ya lo dijo la Ministra Celaá, los hijos no son de los padres…). Y para que nadie se descarríe y se le ocurra elegir opciones ideológicas que no son las que manda el líder supremo, lo mejor es que no existan esas opciones, es decir, pensamiento único.

Pues bien, esto lo quieren hacer, asfixiando la educación concertada.

La concertada es un grano en el culo (con perdón de la expresión), porque su independencia hace que no pueda ser controlada ideológicamente, y se convierte en una fábrica de personas (en unos años votantes), que se salen de la doctrina oficial del estado. Y eso es un peligro, claro…

Porque si, porque ellos saben lo que es bueno para nuestros hijos, nosotros los padres, no. Gracias a Dios (uy, a Dios no…), ya está papá estado para reconducir nuestra errática conducta y decirnos cómo actuar.       

Pues miré señora Celaá, yo quiero educar a mis hijos como a mi me de la real gana. Quiero transmitir los valores que mis padres y mis abuelos me han enseñado, y quiero que el colegio en el que aprendan, refuerce esos valores.

     

Y los valores los elijo yo.

Entiendo que a ustedes los colegios religiosos le den “grima”, pero yo quiero que mis hijos crezcan y se eduquen con la moral que yo aprendí de mis padres y que en Compañía de María me reforzaron. Los valores, que el Colegio Alemán, sin ser religioso transmiten a sus alumnos; y también, por supuesto, los valores con los que todos los excelentes colegios públicos de Puente Genil enriquecen a sus niños. Todos diferentes y seguro que todos iguales de válidos.

Pero los padres, queremos decidir. Queremos tener diferentes opciones, porque somos diferentes.

Dejen de jugar con la educación, dejen de intentar adoctrinar e imponer pensamientos únicos y por favor, céntrense en sacarnos de la cola de todas las listas educativas mundiales.

Asfixiando a la concertada hasta la extenuación, consiguen su propósito de doctrina única, pero nos quitan a los padres el derecho constitucional de poder elegir.

Más del 25% del alumnado en España pertenece a la concertada. Es una educación pública porque se financia con dinero público y está abierta a todos con los mismos criterios de admisión. Aprovechar un estado de pandemia mundial para dejar sin recursos al 25% del alumnado para poder incorporarse a las aulas con la seguridad que esta situación requiere, es mezquino.

Mejoren la formación de mis hijos, porque de educarlos ya me encargo yo, como a mi me da la gana.

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