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Eugenio Berral, dueño del Bar Eugenio: «Me jubilaré feliz, aunque no sé qué haré después de haber trabajado en los 30 m2 más rentables de Puente Genil»

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El punto de encuentro más simbólico para familias, grupos de amigos, o para quienes buscan un rato de soledad y un café en la barra. O lo que se tercie. Porque el Bar Eugenio de Puente Genil ha sabido adaptarse a los cambios y reveses de la vida a lo largo de sus cuarenta años de existencia. Ahora, Eugenio Berral, responsable del popularísimo “Bar Eugenio”, ha decidido que su etapa laboral debe terminar a final de 2022. “Se lo cuento a la gente e incluso a mi familia y se cachondeaban de mí, pero va en serio”, indica.

La jubilación de Eugenio llega por varias razones. Y eso que no oculta haber sido feliz siempre que ha trabajado en el bar. Inaugurado a principios de la década de los 80, la nostalgia no puede ser mayor cuando se le pregunta por cómo fueron los primeros años de vida de su local. “Cuando llegué aquí esto era el centro comercial de Puente Genil”, se refiere a una calle Aguilar que contaba otros bares además del suyo y de otros negocios. La fábrica de carnemembrillo de El Quijote, Saneamientos Rey, Foto Ríos, Foto Bordas, Gehisa, Telefónica, o los Juzgados. Con el paso del tiempo “se ha ido perdiendo el trasiego de gente, que antes era constante y de los que consumía en los bares”.

En su caso, recuerda, “se bebía mucho café, mucho aguardiente y medios de vino a mediodía”. Hoy eso, asegura Eugenio, ha cambiado: se vende más café y tinto, pero han bajado los medios de vino, el aguardiente se usa para carajillos y la gente joven se bebe chupitos de aguardiente. Una apreciación que confirma el hecho de que la vida de todos es distinta a unos años ochenta en los que Eugenio vivió el Golpe de Estado con un golpe de inquietud y curiosidad. 

     

«Si tienes que dar muchas horas trabajando y esforzarte bastante, hazlo en algo que te guste porque si no será tu infierno»

Aquel 23 de febrero de 1981, el dueño de una autoescuela que había enfrente, Manolo Martín, llegó al local muy alterado. “¡Eugenio, pon la tele que ha habido un Golpe de Estado!”. Él respondió con incredulidad: “¿Eso qué es? No tenía ni idea de lo que era”. Eugenio y dos personas más, el mencionado dueño de la autoescuela y Martín Ruiz, aguantaron delante de la pequeña pantalla hasta las 11 de la noche. Ya tuvo hasta que cerrar el local. De repente se presentó la Guardia Civil y les comunicó que había que desalojar el bar. “Ahí empecé a ver que lo que ocurría era grave”.

Preocupante panorama se le plantea a la calle Aguilar, que lleva años acumulando locales y establecimientos con carteles de “se vende” o “se alquila” en sus escaparates. ¿Por qué se jubila el dueño del Bar Eugenio de Puente Genil? “Cierto es que voy a tener mucho trabajo, porque la gente después de la pandemia tiene ganas de vivir y disfrutar de la vida más que antes, pero la subida de impuestos como la luz y el gas me han hecho decidir dejarlo”. Eugenio Berral defiende que igualmente “hay que dejar paso a los que vienen por detrás”, aunque han de entender que “si tienes que dar muchas horas y trabajar bastante, que trabajen en algo que les guste porque si no será su infierno”, aconseja. Al final, a juicio de este ilustre pontanés, “eso es lo que te hace tirar para adelante y te hace sentir satisfecho porque si estuviera 18 horas aquí a disgusto, no sería feliz”, apunta.

Es más, su vida al frente de la barra del Bar Eugenio de Puente Genil la desarrolla en este local de la calle Aguilar porque “esto lo montó Luiso, con el que trabajé, y un día trabajando en Expogenil me comentó si quería enseñar a su cuñado a llevar este negocio”. Porque mientras que no salía oportunidad para entrar en el cuerpo de la Guardia Civil, a algo tenía que dedicarse. En aquella época el proceso para acceder era lento, pero con este caso hubo una excepción. Lo llamaron para presentarse como candidato al instituto armado y Luiso decía que traspasaba el negocio, por eso decidí llegar a un acuerdo con él para quedármelo yo. En febrero de 1982 obtuvo la licencia, y desde entonces ha visto pasar hasta a generaciones familiares que se han reunido en torno a una misma mesa. “De eso me siento especialmente orgulloso, porque tener clientes así dice de lo familiar y entrañable que es este sitio”. Han pasado políticos y futbolistas durante años, e incluso “han llegado a coincidir PSOE, PP e IU en el bar y todos conviven fenomenal”. “Luego en el Pleno que se digan lo que quieran, pero aquí no ha habido nunca malos gestos entre ellos”, confiesa Eugenio.

«El sistema ha fallado porque en un trabajo se necesitan prácticas y experiencia, todo no es tener un diploma»

A base de esfuerzo y de la inestimable ayuda permanente de su mujer – actualmente trabajando como dueña de la Confitería Vera Cruz -, ambos han podido pagar la carrera de sus hijos Jesús y Raúl. “El primero hizo Bellas Artes y el segundo tiene varios estudios que le han llevado hasta Melbourne (Australia) a trabajar como Especialista en Fisioterapia en el deporte”. Eso sí, con una condición. “Yo no pago estudios repetidos”. Ellos captaron el mensaje y siempre se han diferenciado por ser responsables y buenos estudiantes.       

Todo bar tiene sus anécdotas. Entre ellas la que protagonizó un pequeño grupo de chicos venidos desde Sierra de Yeguas que vino en Cuaresma a Puente Genil invitados a un cuartel. “Llegaron con mucha hambre y me pidieron un jamón de los que vendía y tenía colgados en el techo del bar, lo descolgué, pero con la condición de que no les daba un cuchillo para cortarlo”. En ese momento subía el Imperio Romano a Jesús y no podía darle eso hasta que no se fuese la gente. Eugenio sólo tuvo que quitarle el tocino y ellos “pegarle bocados para comer”. Un año después volvieron a pasar por la calle Aguilar y se acordaba de ellos a la perfección. Como recuerda al hombre que le gritó a viva voz que quería una cuerda para dársela a un hombre que se había quedado sin cinturón con el que sujetarse el pantalón.

     

Lo que sí tiene claro Eugenio son dos cosas. La primera es que “desconozco como será mi vida cuando cierre el bar”. Aunque siempre se ha definido como una persona activa, “ahora llega el momento de estar más pendiente del campo que tenían mis padres junto a mis dos hermanas y de ayudar a mi mujer con la confitería”. La segunda es que “este bar tiene 30 metros cuadrados y son los más rentables de Puente Genil”. Y lo dice con convencimiento absoluto a tenor de todo lo que ha podido hacer para los suyos. Igualmente, ve las dificultades a las que se enfrentan las nuevas generaciones. “El sistema ha fallado porque hoy con un diploma de haber hecho un curso de 70 horas no puedes acreditar que eres profesional de lo que sea, lo que se necesita son prácticas y experiencia”. De hecho, “los buenos albañiles, camareros o carpinteros son los viejos”. Además, “todo no es confiable a las máquinas ni a ser especialista en cualquier cosa”. Porque “antes el albañil lo hacía todo pero ahora hay mucha especialización y pocos multitarea, los que hay son ya mayores”.

También se desconoce cuál será el futuro del local en el que hoy está el Bar Eugenio de Puente Genil. El cual aún seguirá dando oportunidades para los últimos brindis.

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