Todos conocemos con más o menos cercanía y más o menos telediario, a gente que a lo largo de su carrera profesional no tiene una sola hora cotizada que no sea ligada al mundo político, desde “cachorro de partido” en las grandes granjas donde se crían los más fieles y potencialmente exitosos líderes de cada color, hasta puestos grises llevando la agenda de los verdaderos líderes… Y con un poco de suerte, llega la oportunidad dorada de aparecer en unas listas con posibilidades de rascar poder…
Eso que se dice rápido, representa años de arduo trabajo que te acercan cada vez más a la estructura del partido y la endogamia propia de toda estructura (que desconoce que hay vida inteligente fuera del ecosistema de siglas), que a lo que realmente pasa por la calle.
“Son muchos años de trabajo gris para llegar a tener oportunidad de poder”
Pero (porque siempre hay un pero), ¿se han parado a pensar lo realmente difícil que es conocer las tripas del sistema? Y ya no me refiero a los grandes entresijos de la alta política, sino la política local. Imaginen cómo debe ser interactuar y sacar provecho de la experiencia, como nuevo (y temporal) jefe de funcionarios y trabajadores municipales que llevan años en el cargo, con lo que saben mucho más que tú de todo y como no tienen por qué estar de acuerdo, si les hinchas las narices, te pueden hacer sudar tinta.
Imaginen lo complicado que puede llegar a ser saber a qué puerta llamar para que te hagan caso, cómo hacerlo, cómo “vestir bonita” una propuesta para que llegue a algún sitio más allá de un “ya veremos”… O lidiar con la prensa, con la opinión pública, con las redes sociales,, con la exposición del día a día el escarnio público tomes la decisión que tomes (que público somos todos y no coincidimos ni de casualidad)… O entender que determinadas cosas, por muy justas, coherentes y adecuadas que parezcan sobre el papel, cuando lo sacamos de una hoja de Excel y las ponemos al sol, aquello se nos derrama por los bordes como un helado en agosto.
“El sistema puede ser tan complicado de entender y exprimir para una buena causa que…”
Y después de haber llegado a un cierto nivel (si llegas, claro) y pasado por el ayuntamiento, la ejecutiva, la diputación, mancomunidad o la entidad que sea… si no me va bien en la política o el viento empieza a soplar del otro lado y empiezan a estar de moda los de la bancada de enfrente… ¿dónde diablos me meto yo? Esa es otra de las grandes cuestiones, porque más allá de las legendarias puertas giratorias (que en la política local se me antojan “una mijita” complicadas), cuando dejas de ser un brillante político o un político a secas, ¿de verdad piensas que eres un perfil goloso para el mundo laboral civil?
Entonces… frente a todo eso, quién tiene más capacidad de actuar, reaccionar, ser efectivo y eficiente, conseguir objetivos, hacer que todo rinda más, sin compromisos futuros con el otro bando… ¿Un recién llegado o alguien que lleva toda la vida dentro de ese sistema y se conoce las tripas del monstruo como su propia mano? ¿Quién sabrá encontrar esos resortes que desbloquean situaciones enquistadas? ¿Quién tendrá más contactos para que pongan “buena voluntad” a sus propuestas?
Visto lo visto… también hay que tenerlos muy bien puestos para dedicar toda tu carrera profesional a la cosa pública a expensas de que salga según lo esperado, porque si no…
No sé… da que pensar, ¿no creen?