¿Es compatible el derecho de la diversión nocturna de unos pocos con el derecho al descanso de la mayoría? Seguramente la pregunta no sea tan fácil de responder porque habrá argumentos de todo tipo, pero lo que sí resulta un hecho demostrable es que llegando esta época del año, en la Jefatura de la Policía Local aumentan notablemente las quejas vecinales ante la proliferación de conductas incívicas por parte de personas –jóvenes y no tan jóvenes- que ni vacilan ni se lo piensan a la hora de reproducir comportamientos tendentes a perturbar las horas de sueño tan necesarias para todos.
Desde tiempo inmemorial, los pontanenses hemos aprovechado las últimas horas de los días de verano, en las que el calor suele dar una pequeña tregua, para salir a las puertas de nuestras casas, entablar conversación con los vecinos y poder consolarnos con ese poquito de “fresquito” que tanto se anhela en la franja horaria nocturna cuando el termómetro durante el día coquetea con los 40º. Pero esa costumbre de los más mayores, presidida siempre por el respeto y por saber parar a tiempo la charla para irse a dormir, se está perdiendo y está dando paso a actitudes bien diferentes que, por otra parte, reflejan como ese respeto de antaño, fruto también de la educación transmitida de padres a hijos, ahora brilla por su ausencia.
De un tiempo a esta parte, quienes viven en las inmediaciones de parques y zonas ajardinadas de Puente Genil, y además tiene que hacer frente a sus obligaciones laborales diarias levantándose a horas tempranas, se han visto abocados a la desesperación y a la resignación frente a esos grupos de personas que una noche sí y otra también, se arremolinan en esos espacios contiguos a las viviendas para hacer todo lo posible por molestar al vecindario hasta altísimas horas de la madrugada. En muchos casos no se trata de charlar un poco más alto de la cuenta, se trata de gritar, hablar a voces, cantar o poner en los coches música estridente con el único fin de hacerse sentir como en el salón de sus casas, con la única salvedad de que están en un espacio público y desvelan el sueño de quienes viven cerca, entre los que pueden encontrarse niños pequeños, personas mayores, enfermas, o gente cuyo único deseo es abrir el balcón de su ventana para que le entre un poco de fresco sin tener que encender el aire acondicionado.
Los patrones de conducta de esta gente que se dedica a molestar a los demás, son de lo más variopintos. Hay de todo, como en botica, pero muchos de ellos tienen en común una cosa, la indiferencia y la falta de valores, indicativo de que algo en nuestra sociedad está fallando, y además desde edades tempranas. De pequeños, se nos enseñaba a respetar a los padres, a las personas mayores y a las autoridades, pero ahora, muchos de esos que campan armando jaleo por los parques de Puente Genil a altas horas de la madrugada, ni respetan a sus padres, ni respetan a los mayores, ni respetan a las autoridades, con lo cual se deduce que tampoco respetan a la sociedad en su conjunto.
Desde luego es un problema importante. Primero, por la falta de civismo; segundo, por las ganas de fastidiar a quien no tiene ganas de que le fastidien; y tercero, por la dificultad que implícitamente tiene atajarlo, porque como se puede comprender perfectamente no puede haber un agente en cada esquina de Puente Genil para resolver estos problemas de convivencia. Algunos de los vecinos que se ven abocados a llamar con frecuencia a la Jefatura de la Policía Local para solicitar a la patrulla amparo y protección con el fin de conciliar el sueño frente a esos desalmados, agradecen la llegada salvadora de estos para llamarles al orden, pero también ponen de manifiesto que, en ocasiones, la respuesta de los agentes es desesperanzadora. “No tenemos medios”, “los compañeros están atendiendo cosas más importantes y no pueden ir hasta allí”, “la patrulla se pasará cuando pueda”, “trasladen el problema al Ayuntamiento”…. y así vamos enfrentándonos a este contexto todos los veranos, hasta que se pasa el verano, las cosas se calman, y aguardamos otra vez a que llegue esta época del año para hablar de nuevo del problema sin encontrar una solución.
Pero a veces, si hay voluntad, los conflictos se combaten con algunas herramientas que sí podrían ayudar a poner remedio. Hace algunos años, el Pleno de la Corporación Municipal debatió la redacción y confección de una ordenanza municipal en materia de convivencia que regulase y especificase unas mínimas normas de comportamiento, con el fin de poner freno al desarrollo de conductas incívicas que perturbaran el descanso de la ciudadanía en horas especialmente sensibles. Y en febrero de 2019 desde la concejalía de Seguridad Ciudadana se anunció que se impulsaría la redacción de una norma con la que ya cuentan muchos ayuntamientos de España y cuya plantilla, por cierto, tiene la Federación Española de Municipios y Provincias (FEMP) a disposición de los consistorios. Contar con esa ordenanza daría cobertura legal al trabajo de los agentes y, sobre todo, evitaría la impunidad con la que, desgraciadamente, muchos parecen exhibirse por las calles de Puente Genil a altas horas de la noche ante las autoridades.
Un verano más y, sobre todo, tras las restricciones vividas en los últimos meses debido a la pandemia, nos enfrentamos a un panorama nocturno jalonado por molestias por ruidos, quejas vecinales, incumplimiento de las normas cívicas y, en definitiva, alteración del orden público por problemas de convivencia, algo que desde luego, preocupa. Para tener un pueblo mejor, algunos se tienen que comportar mejor, y si la mayoría respeta, convive en buena lid, y acata las normas, y una minoría no lo hace, lo que es evidente es que la minoría NUNCA puede someter a la mayoría.