¿No te has levantado hoy de una forma diferente, querido hermano? Estoy seguro que has sentido, como yo, ese cosquilleo que sientes en el estómago porque sabes que todo vuelve a comenzar. Sí, lo sé, este año es muy diferente, de eso somos todos conscientes. Pero nosotros sabemos que lo importante no es el cómo, sino el qué. Y ahora nos toca un tiempo en el que ese «qué» toma la verdadera importancia que siempre ha debido tener.
A partir de hoy, la mesa del cuartel traspasa las fronteras de sus cuatro paredes, para instalarse en el hogar de cada uno. Y así permanecerá hasta que el abrazo, ese que tú y yo sabemos, sea el portón y el signo de que todo va volviendo a su ser. No sabemos cuándo ocurrirá, lo que sí sabemos que está más cerca que ayer, y que las ganas siguen intactas. Nuestro tesoro sigue guardado. Envuelto en finas telas y de forma mimada, lo hemos dejado oculto, sin que se pueda ver, pero colocado en un lugar en el que podamos oler su soberbia fragancia y podamos sentir sus ganas de salir. Esas ganas y esa fuerza que hace que esto sea irremediable. Y es que… «esto ya está aquí».
Esta mañana habrás ido a ese lugar donde tienes guardado ese tarro de la esencia, y sin quitarle su bella envoltura, para no hacerte más daño a ti mismo, has olido su aroma y has sentido su fuerza; y de seguido te habrá entrado ese cosquilleo de siempre. Y al final, ocurrirá y sentiras lo de todos los años. Y como todos los años, será de una forma diferente (bien sabemos que sí).
Estás trabajando sabiendo que es Jueves Lardero. En tus conversaciones, en tu mente sabes que la Cuaresma ya está aquí. Te habrás vestido como cada Jueves Lardero, como se suele decir: «arreglago pero informal»; para echar un ratito en el cuartel y comenzar de buen pie lo que se avecina.
Al caer el sol, llegarás a casa y, con poco tiempo, soltarás las llaves. Este año no tendrás que pasar frio de camino al cuartel, porque la mesa la tendrás en tu hogar. Poco a poco irán llegando hermanos: – Buenas noches hermanos, me alegro de veros-. -Dame un abrazo que llevo mucho sin verte-. Una cervecita con rabanillas y aceitunas «partías» para comenzar. -Qué mesa tan larga la de este año, ¿verdad?-. -De veinte que nunca pasamos en este día, hoy puedo ver a todos los hermanos, no falta ni uno. ¡Qué alegría!. Ya os decía yo que este año iba a ser una Cuaresma muy especial. Y esto sólo ha hecho comenzar. – Hablando de especial hermano… «Un pueblo muy especial…».
Y caerá el primer cántico ya sentados en mesa con nuestras primeras uvitas como hilo conductor inmejorable, y este año más que esencial, de nuestras tradiciones. La morcilla, el queso de cerdo, el chorizo… la mesa estará vestida de Lardero; preciosa. Y entre unos vivas y otros cánticos, llega el momento más esperado. Vamos a poner las patas cercana la medianoche. -¿Qué broche llevarán este año?-. – Me gustaría colocar una para desear salud para todos mis hermanos. Lo más valioso que podemos tener-.
Y esta mesa tan larga que se formará esta noche, con tus hermanos, te hará brivar, reir, recordar… Y no querremos irnos. Parecerá que todo está como siempre, que este mal tiempo se ha esfumado. Estas a gusto, en una tertulia que tantas veces has añorado. Y dentro del dintel de esa puerta, dejas apartados los problemas durante un tiempo, para después volverlos a coger con más fuerza. Pero mañana hay que trabajar, y nos queda una Cuaresma muy larga.
– Hasta mañana hermanos, que descanséis. Gracias por la noche que me habéis brindado-.
Y esa mesa larga, muy larga, se prolongará hasta que volvamos a caber todos en nuestras cuatro paredes. Porque lo importante no es el cómo, sino el qué.
Los cuarteles están cerrados. La Cuaresma está en la calle y en todos nosotros. Nuestras Cofradias y Titulares nos esperan en sus templos celebrando sus cultos, una medio normalidad que hoy vemos un lujo. Todo sigue su curso.
Hoy vuelve a comenzar todo, querido hermano.