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José Ramón Arjona Borrero: «Yo no voy al cuartel a comer, voy a derramarme y a que se derramen conmigo»

Tiempo de lectura: 18 minutos
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José Ramón Arjona Borrero

Entrevista a José Ramón Arjona Borrero (PARTE I), pregonero de la Semana Santa de Puente Genil

José Ramón Arjona Borrero (Puente Genil, 1978) será el encargado de pregonar la Semana Santa de Puente Genil este 2023. Un manantero que cuenta con un recorrido interesante en el mundo de las cofradías y corporaciones bíblicas del municipio. Pero más allá de lo que pueda decir una trayectoria cofrade sobre el papel, lo que realmente marca el sentir de un amante de la Semana Santa de Puente Genil son los momentos que se viven durante una Cuaresma, durante la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo. En la calle, como hermano de luz, bastonero o costalero. En la sede de una cofradía, hermandad, o de una corporación bíblica. Y por supuesto, con la familia.

Pertenece a «Los Siete Diáconos», siendo fundador de dicha corporación con apenas quince años de edad, en 1994. Es un humilde y a la vez orgulloso bastonero de Nuestro Padre Jesús del Lavatorio, cofradía con la que guarda una importante tradición familiar de pertenencia. «Lirio morao» cada Viernes Santo, al que acude cada año para ponerse a los pies de Nuestro Padre Jesús Nazareno; y al que le quedan fuerzas también para vestirse de luto y acompañar al Santo Sepulcro cada Sábado Santo, cofradía de la que además es miembro de su Junta Directiva. Con la ilusión nerviosa de un honorable por siempre de la Semana Santa pontana, ‘Joserra’ -para los amigos, que los tiene y en abundancia por los valores que atesora- abre las puertas de «Los Siete Diáconos» a SoloPuenteGenil. También las más difíciles de abrir, las de su corazón.

SoloPuenteGenil: En medio de la vorágine estamos ante una Cuaresma que en casos como el tuyo, en calidad de pregonero, has de atender numerosos compromisos (actos, el cuartel, la familia, visitas…). ¿Qué te están aportando? 

     

JOSÉ RAMÓN ARJONA BORRERO: En una expresión, cariño inmenso por todas partes. Ten en cuenta que vas a cualquier sitio con alfombra roja, vas a cualquier sitio y en ocasiones como un Lazarillo, ten en cuenta que he ido a cuarteles en los que no conocía absolutamente a nadie. Y en un momento dado, en esa vorágine, si te despistas de un cuartel en el que no conoces a nadie, ¿cómo lo recuperas? ¿cómo sabes dónde se ponen? Si es difícil retener las caras, si los has visto tan solo media hora… Me estoy llevando dosis de hermandad en el sentido más puro de la palabra. Estoy destilando hermandad, más allá de la que venía conociendo porque la que venía conociendo es a partir de una amistad previa o de, al menos, reconocernos mutuamente.

SPG: ¿Ese cariño recibido del que hablas genera un poco de esperanza en torno al futuro, las nuevas generaciones de la Semana Santa de Puente Genil? Porque de todo ese cariño que recibes, hay cuarteles nuevos de gente que no conoces y ya adulta, pero también seguro que has recibido el cariño de mananteros más jóvenes…

JRAB: De entrada genera deuda, ya me siento en deuda con todos ellos. Piensa que me han citado sin conocerme de nada, me han dado una carta casi por la calle, me han asaltado para preguntarme si yo soy el pregonero y hacerme propuestas. Ahí hay una deuda inmediata con todos ellos, que tienen mi cariño por definición.

¿Respondiendo a tu pregunta? Sí. A mí este año, que como pregonero tengo un papel destacado y que ese papel tiene el refrendo para poder llegar a cualquier sitio, obviamente hay que llegar hasta donde se pueda. El día de la presentación del pregonero dije que serlo significa estar donde a uno lo llamen. ¿Qué ocurre? Que el tiempo es limitado.

SPG: ¿Por qué?

JRAB: Ahora mismo, el hito lo tengo en el tercer Sábado de Romanos. Estuve en un total de seis eventos. Acabas extenuado, pero con la sonrisa del cansado satisfecho. Me van a faltar citas por atender porque al final la Cuaresma y la Semana Santa tiene la duración que tiene. Después todo se va a relajar mucho. Me van a faltar momentos en los que dedicarme también a esos cuarteles jóvenes que vienen por detrás y que son tan necesarios. Y que los tenemos que cuidar.       

«La Cuaresma y la Semana Santa de Puente Genil es lo que nos permite escapar de la cotidianeidad, lo que pone el corazón a fibrilar»

 

     

SPG: Tu cuartel, en tu caso «Los Siete Diáconos», es el que te hace acumular vivencias, momentos, experiencias, emociones, buenos y malos momentos. Y cada Cuaresma es distinta. ¿Ésta viene con experiencias diferentes?

JRAB: Piensa que somos idénticos en nuestras diferencias. Todos manejamos una serie de ritos que están relativamente establecidos, pero en la forma en la que cada cuartel lleva a cabo esos ritos son extraordinariamente diferentes.

«Las Negaciones» se vitorean en negativo, su «Viva nuestro cuartel» es «No», y me pareció súpercurioso. «El Primero de la Soledad», cada vez que llega a la Plaza del Calvario, toca la cruz de mármol de la entrada y da las gracias al Padre por verse reunidos un sábado más en un detalle que no está exento de simbolismo. «Los Lázaros» jamás brindan sentados. Como a alguno se le ocurra brindar, se ponen todos de pie y cantan su latiguillo. También hay dos cuarteles muy próximos, que por diversas razones no había disfrutado de su mesa.

SPG: ¿Cuáles son?

JRAB: Nuestro cuartel reflejo viene un poco por debajo y un poco más atrás, y ese cuartel es el de «Las Llagas», y además con sentido ese «por debajo y por detrás». Ahí no me había sentado en una comida en la vida. Y esta Cuaresma dije «tengo que ir con ellos».

SPG: Y mira que tienes ahí amistades…

JRAB: ¡Una pila, y gracias a Dios! Porque además me siento muy querido en esa casa. Luego, «Los Ataos»… Imagínate lo que es desfilar con ellos, el momento de llevarme el gallo. ¡Me dejaron bajarlo del Calvario! Ese momento me lo voy a llevar para el resto de mis días porque esto es lo que nos mueve. Esto es lo que nos permite escapar de la cotidianeidad y lo que pone el corazón a fibrilar.

«Hay predicadores que tienen la capacidad de interpretar la Palabra de Dios hasta puntos que quieres que no acabe su homilía jamás»

 

SPG: Estamos a veces tan anestesiados por lo que vivimos en el día a día que tiene que llegar este momento, el de la Cuaresma y la Semana Santa, para sentirnos a nosotros mismos y sentir a quien tienes a tu alrededor.

JRAB: Dice Manolo Castro, que me conoce mucho y que además es mi presentador el día del Pregón, que yo aquí soy de soltar latiguillos porque sí, porque para eso estoy en mi casa. Yo soy de los que digo «yo no voy al cuartel a comer, yo voy al cuartel a derramarme y a que se derramen conmigo». Esa exigencia, en muchas ocasiones, me causa decepciones porque yo no me permito pares e impares. No me permito el «yo voy tres de siete». Esto son los días que son y hay que estar salvo por fuerza mayor. Ese «derramarse» y ese «que se derramen en ti».

Tú piensa que allá donde va el pregonero se derraman con él. Con lo cual no pueden estar si no contentos. Yo estoy pletórico. De hecho, las fotos en las que salgo cogiendo el gallo de San Pedro, mi sonrisa no puede ser más amplia. Es de un sueño de niño, esto que me estoy llevando es un sueño de niño.

SPG: ¿Lo soñabas de niño?

JRAB: El qué, ¿ser pregonero?

SPG: Sí.

JRAB: Jamás. Para mí el pregonero es ser honorable, distinguido, reputado, culto, y yo no me he visto nunca delante del atril. Otra cosa es que a mí me gusta escribir, pero para mí son ejemplos Juan Ortega, Santi Reina, Jesús Álvarez de Sotomayor... y son tan ejemplos y tan admirados que a la vez lo veo muy lejano. De hecho fue una sorpresa que me designaran como pregonero.

SPG: Quizá porque ese sueño de niño puede que sea tempranero. ¿Se sueña más tarde? Conforme le vas cogiendo no el gusto, sino cuando llegas a enamorarte de esta tradición. Cuando te genera raíces y quieres que den fruto.

JRAB: Yo he disfrutado mucho de los pregones. Y hay determinados pregones que han sido cúspide y que obviamente, dentro de esa admiración, yo he tenido la inquietud de decir «ojalá supiera decir, transmitir, y contar lo que tú sabes decir, transmitir y contar». Nunca lo he soñado pero sí me he sentido muy atraído por lo que un pregonero es capaz de decir. Porque realmente hay obras de arte en los pregones y sabes que son capaces de situarte en la salida de un Jueves Santo un 13 de agosto si cabe en tus manos. Además, con esa calidez que destilan. Que aunque haga calor estás en Semana Santa porque hay gente muy capaz de contar lo que hacen, de contar lo que viven, y eso es maravilloso.

SPG: También son maravillosas las homilías, y hay momentos en la vida en los que al final la Palabra de Dios te deja huella. Este año, indudablemente, te la deja. 

JRAB: A lo largo de esta Cuaresma, ha llegado un fin de semana en el que el domingo he tenido tres funciones. Eso puede ser ciertamente exigente. Pero, en cambio, hay predicadores que no sé si lo hacen sin proponérselo, pero que tienen la capacidad de interpretar la Palabra de Dios hasta puntos que quieres que no acabe su homilía jamás.

SPG: ¿Por ejemplo?

JRAB: Elegir es descartar. El Padre Pérez Pallarés, de Málaga e hijo de Puente Genil, que además a él le gusta llamarse así. Y obviamente Don Juan Ropero. Cuando él quiere, hace unas homilías para enmarcarlas, y Juan quiere muchas veces. Tanto Pérez Pallarés como Don Juan Ropero, cada uno en su estilo porque se parecen pero no son iguales, son muy pescadores de hombres. Tienen esa facultad de decir «todos los que habéis venido hoy a misa sois de mi equipo y nadie se siente fuera». Eso es crucial en los días que corren.

«No me gustaría lamentar, y algunos casos hemos visto ya, que un determinado cuartel no pueda sacar sus figuras a la calle porque no tenga hermanos para desfilar»

 

SPG: Estamos viendo la Plaza del Calvario muy concurrida, como la veíamos antes de la irrupción de la pandemia. Esta Cuaresma te ha dado la oportunidad de vivir momentos como bajar de la plaza llevando el gallo de Los Ataos. Pero, a nivel personal, ¿qué te aportan esas subidas a Jesús?

JRAB: Es un reencuentro contigo mismo. Porque al final todos los años tienen una serie de ritos, de citas, de eventos, de encuentros. Pero el que yo espero siempre es este. Y no es ningún titular de prensa, ni un subtítulo, ni nada por el estilo. A los que nos mueve esto, esta es nuestra fecha. Son nuestros momentos. Y ver la Plaza del Calvario como está te hace ver que ha pasado un año, pero que no ha pasado ningún tiempo.

Vuelves a encontrarte con las mismas caras. A darte esos abrazos. Vuelves a disfrutar de la costumbre como la tenemos conocida y lo haces con tus pequeños ritos porque todos en el Calvario tenemos un pequeño rito y un momento.

SPG: ¿Y cuál es el tuyo?

JRAB: A mí, particularmente, me gusta meterme debajo del pórtico cuando los Romanos están tocando el Miserere, que no siempre puedo hacerlo y más este año que estoy sujeto a horarios que no me pertenecen. La Plaza del Calvario se llena y todos tenemos recuerdos en años de frío, o de noches más flojas… Hasta ahora no ha ocurrido. Creo que hay ganas contenidas, creo que Puente Genil se vuelca con la fiesta de Dios, que decía Rafa Serna en el pregón de la Semana Santa de Sevilla. Y creo que es nuestra cita por antonomasia. Nada mueve tanta gente en Puente Genil como nuestra Cuaresma y nuestra Semana Santa.

SPG: Da la sensación irrefutable de que va a seguir siendo así. 

JRAB: Ojalá, y si eso cambia, no quiero verlo.

«Creo en la fusión de las corporaciones, y no me da ningún reparo decirlo; pero el problema está en que nos miramos mucho el ombligo»

 

SPG: En relación a los sábados de Cuaresma, ¿cómo los percibes y analizas su evolución en el tiempo?

JRAB: Hay una cosa que, no por dejar de ser bonita, me entristece en cierta manera. Determinados rincones del Calvario necesitan moverse hacia el pórtico para cantar. ¿Cómo? Si el resto de la Plaza estuviese desprovista de esa magia que obviamente ocurre debajo del pórtico… Hay como turnos, muy parecidos a los que vemos en la Estaciones del Jueves Santo, y que están esperando que se deje el sitio para que lleguen otros cuarteles. Estamos a los pies de El Terrible. El Terrible no entiende de distancias. Entonces, ¿qué más da?

Con respecto a cómo he visto los cambios, a lo mejor por una cuestión de edad, nosotros hemos cambiado el sitio en el que nos poníamos. Si miramos la Ermita de Jesús, a la izquierda y abajo. Ahora nos colocamos donde está el cocherón de Jesús Nazareno, donde está el naranjo. Hay como determinados rincones en los que están, si se me permite la palabra, herméticos a la “contaminación ajena”. Al grupo de gente que está allí en el bullicio y no en la tradición. A mí me gusta que sean celebrados, que sean esperados, que sean concurridos. No me gusta la “chusma botellonera” que decía Víctor, porque el botellón tiene su sitio y yo he hecho botellón mil veces. No soy tan viejo. Pero el botellón tiene su sitio.

Por tanto, creo que tenemos que volver a que se escuche cantar en cualquier parte de la Plaza del Calvario. A los momentos de hermandad, a esa comunión que se consigue cuando los hermanos nos ponemos en corro, en los que una alpatana pasa y nos ofrece una uvita. Y que no sea necesariamente debajo del pórtico. De ser así, nos estaríamos limitando todos y constriñendo a un espacio muy pequeño. El Calvario es muy grande y cabemos todos. Cada uno con sus matices. Cuidémoslo, observemos a quien está allí y no quiere participar obviamente sin desplazarlo. Pero que sepamos a lo que hemos ido allí. Creo que eso es fundamental.

También hay muchos cuarteles que tienen muchos ritos a la hora de la subida al Calvario y a la hora de la bajada. Pero en la subida todos nos parecemos mucho. Permanecemos un rato allí, si acaso cantamos y cuando no, bajamos. Algunos directamente y otros con nuestras pausas. Cuando estemos allí, pongamos en valor a qué hemos ido. Permíteme la frivolidad. No hemos ido al mercadillo. Estamos allí porque hemos entendido que hay que hacer tales y cuales cosas. Hagámoslas. Debajo del pórtico o no. Estamos a los pies de El Terrible. Donde sea. Busquémonos, cerremos el círculo, veamos las caras del hermano, cantemos. Y luego hablamos de lo que queráis.

SPG: No sé si eso contesta a cómo ves los sábados de Cuaresma…

JRAB: No tengo números, pero hay una cosa que me preocupa y a la vez no. Por eso, al no tener números, yo que soy de ciencias… Quien ha participado de cuarteles jóvenes, en mi generación éramos entre tres y cuatro corporaciones que empezábamos a arrancar. Obviamente eso no puede ser así porque de lo contrario no habría regeneración natural en los cuarteles mayores.

Pero ahora mismo hay uno o dos cuarteles que tengo más o menos controlados, uno es “La Traición de Judas”, que está en calle Pósito; y otros es “El Perdón”, que están en calle Guerrero. ¿Qué ocurre? Que dos cuarteles son incapaces de nutrir y además dos sin que les vengan detrás inmediatamente uno a otro cuatro y cinco años de diferencia. A esas edades es notorio. Esos dos no son capaces de nutrir toda la demanda que hay en los cuarteles más viejos. Yo me voy a incluir ahí, que ya peino canas. Empezamos a necesitar que llegue gente.

Eso pasa porque los que vienen por detrás empiecen a llegar con determinada fuerza. Sin números, esto es una apreciación subjetiva. Pero puede ocurrir. No me gustaría lamentar, y algunos casos hemos visto ya, que un determinado cuartel no pueda sacar sus figuras a la calle porque no tenga hermanos para desfilar. No me quiero quedar con ese enfoque, con esa perspectiva negativa. Porque hay otras que están volviendo a latir fuerte. En «El Pretorio Romano» hay una segunda generación de chavales jóvenes fenomenales. También los hay en «Los Apóstoles», donde han entrado también algunos. «La Judea» está metiendo chavales jóvenes también. Los demás los necesitamos también.

SPG: Tengo una nota que dice por aquí: exceso de corporaciones, fusiones…

JRAB: Ojalá.

SPG: ¿En fusiones?

JRAB: Sí, y no me da ningún reparo decirlo. Tendemos, ya no sólo por edad, sino porque entendemos que los que vienen por detrás, a que tienen que asumir y coger riendas, tenemos cuarteles amigos que así lo atestiguan. La Espina tiene ahora un presidente joven y su media de edad no es joven ya. Entendemos que quien viene por detrás tiene que venir con fuerza. Lo cual me lleva a pensar que si ya tenemos una cierta edad necesitamos, en primer lugar, de la magia, las ganas, el impulso, la chiquillería, el enrabietarse, el divertirse de la comunión de generaciones, donde está una de las magias de nuestra Mananta. Si eso tiene que venir de la mano de fusiones, que venga. Pero hay un problema y muy gordo. Nos miramos mucho el ombligo.

“No, mi tradición; no, mis momentos”. Voy a serte franco. Muy franco. Nosotros, aquí, en alguna ocasión, hemos hablado del relevo y obviamente tenemos que hablar del relevo porque la generación predominante es de 1979. Estamos hablando de personas con 44 años. Si nosotros estamos ahí, tenemos que pensar en quién viene por detrás. Y ahora, paradójicamente, mis momentos, mis hermanos, mi corporación, mi «lo que tengo conocido», lo defienden más férreamente quien viene los días ineludibles. No quien viene a una junta menos concurrida, no quien viene a una comida que tampoco tiene demasiada buena publicidad.

Si tú vienes a comerte el pastel, te lo vas a llevar. Déjanos, a los que estamos más en Puente Genil, que venimos más o menos siempre, que estamos, y que percibimos que aquí hace falta fuerzas de corazones latiendo, que lo enriquezcamos. Y si eso tiene que venir de fusiones, que venga. Yo no querría ver desaparecer un cuartel porque se haya mirado demasiado el ombligo. Los hay y no son pocos.

A lo mejor esto tenga mala prensa y si alguien me lee puede estar pensando: “el pregonero qué disparate está diciendo”. Somos un capital riquísimo, pero necesitamos aunar esfuerzos.

SPG: ¿Y mirarnos menos el ombligo?

JRAB: Es bueno el apunte. Sí. Mira, si mañana entraran aquí doce chavales del cuartel “x”, yo no voy a ser menos diácono por ello, ni voy a renunciar a nada, ni voy a imponer nada. Las fusiones salen si tienen que salir y si no no salen. Hay tantos ejemplos de éxitos como de fracasos. ¿Yo que quiero? Que esto lata con fuerza, que la mesa hierva, que los hermanos se desvivan por lo que hacemos aquí. ¿Para eso qué hace falta? Gente que se desviva por esto y ganas. Si eso tiene que pasar por fusiones, que pase. Ahí no voy a ser chovinista, no puedo serlo. Estaría siendo ciego.

No se nos puede olvidar que muchos grupos nacen en torno a la amistad que comparten varios amigos. Y no por ello tienen por qué distorsionar lo que se vive en una corporación determinada. Al final uno los invita al cuartel, repiten, y la vida es aprendizaje. Si esos amigos vienen con esa condición, eso es sano. Todos hemos tenido veintitantos años y diecimuchos. Pero hay un matiz para mí crucial.

Todos nos hemos querido acostar a las tantas de la mañana, el último que se le haga de día, pero hay una esencia que hay que percibir. A ese que le brillen los ojos cuando estemos hablando de Jesús Nazareno, al que luego tenga su momento para encontrar al Señor de los Afligidos en la esquina de no sé dónde. Al que luego se apriete el cinturón que se apretó su abuelo, ese vale para las dos cosas. Al que sólo le guste venir a comer, emborracharse y amanecer se terminará yendo. Pero eso es una selección natural que ocurre en los cuarteles y que tiene que ocurrir.

El “no” no puede ser la premisa. El “no queremos tanta gente” no puede ser la barrera. Tenemos que abrir nuestras puertas, pero además lo digo con absoluta vehemencia. Veo fuerza en la Mananta y veo latido, pero eso no quiere decir que sea sostenible.

SPG: Eso merece una reflexión…

JRAB: También pasa que tenemos un espacio de actuación muy corto. Todo esto ocurre en 50 días. En ese periodo de tiempo también es natural que cuando metes un invitado en tu casa durante 50 días, llegará un momento en el que te apetezca tirarte a ti en el sofá y no tener ningún invitado. Y eso es natural que se piense dentro de un cuartel. Ese proceso, que tiene que ser paulatino, que tiene que calar y demás, tiene que ocurrir corriendo.

Luego todo se relaja muchísimo. Los cuarteles nos acuartelamos mucho, ya sí que es la identidad del propio cuartel de puertas para dentro. Y no será ya hasta noviembre cuando nos volvamos a reunir todos los que ya nos vemos, que sabemos que venimos de Junta, que a todo el mundo les coincide las fechas, que se escuchan villancicos y un cuartel tenía Junta. Ahí hay un letargo que hace daño a todo eso que te vengo contando.

«Veo fuerza en la Mananta y veo latido, pero eso no quiere decir que sea sostenible»

 

SPG: Hemos hablado de propuestas. Pero en torno a los cultos también hay que sacar lecturas. Son imprescindibles. ¿Hasta qué punto hay que darles su importancia?

JRAB: Los cultos son la oportunidad de acercarnos a la cofradía de una manera fehaciente. Tener delante a tus tutelares es poner en valor nuestra fe, pero es que hay muchas formas de participar. No hace falta que vayas todos los días si no quieres ir porque sea más que todas las veces que has ido en tu vida a misa, pero acércate a la Función. Escuchar a Don Juan Ropero siempre es un placer, llévate algo de la enseñanza porque ahí no hay nada que desechar. No hay pensamiento viciado. Ve, si luego quieres te vuelves a casa, pero ve.

Tenemos que permear la barrera entre cuartel y cofradía. Tenemos que arrastrar más a los hermanos a las cofradías, y eso pasa por una labor más educativa en el seno de los cuarteles. Creo que la Cofradía de la Columna lo tiene muy bien estructurado. Es una cofradía relativamente pequeña, pero tienen a sus cuarteles participando en primera línea en la Directiva de la Cofradía. De esa manera, tienen línea directa con la cofradía y conseguimos de un modo u otro compromisos.

Lo decía antes. Si no eres capaz de ir a misa porque no va contigo y eso no se puede discutir, porque la fe cada uno la vive a su manera, pero la cofradía tiene muchos ámbitos en los que puedes colaborar. Arrímate, que además no es hacerlo a puerta fría. Hay un hermano tuyo de tu cuartel que está antes. Vas de la mano con él. Y sí creo que en este periodo que hemos vivido de pandemia hemos vivido cierta desafección.

SPG: Qué pena, ¿eh?

JRAB: Sí. Ahora otro discurso sería ver si la desafección es de los que nunca tuvieron, permíteme la frivolidad, mucho que aportar; o es desafección de gente que ha dicho “no me quiero quitar de mi familia todo este tiempo”. Eso es otro tema. Pero sí que ha habido frialdad con la Mananta en general, eso se traduce en frialdad para con las cofradías. Nosotros hemos tenido una baja después de la pandemia. ¿Es inevitable? Sí. ¿Se te va una parte de ti? Sí. Pero aquí no estamos para convencer a nadie. Se entiende como el valor en la mili. La fe se presupone.

SPG: Si tuviéramos que hablar de tu experiencia al escuchar otros pregones, debe haber algunos que te hayan dejado una impronta y reflexiones. ¿Hasta qué punto son importantes en el día a día estas reflexiones?

JRAB: Yo soy cauto a la hora de levantarme en una mesa. Aquí, en mi cuartel, me levanto cuando me apetece, no mucho por cierto. Pero hay utilidad principal de los pregones: saber evocar momentos que todos conocemos y que en voz y pluma del pregonero son capaces de retratar muy bien sentimientos comunes. Hay una poesía de El Hopo, de Jesús Álvarez de Sotomayor, que pregonó la Semana Santa en 1984, que para mí es paradigmática.

Es sábado en los cuarteles

Los hermanos en la mesa

Cuadros a varios niveles

Las cuatro paredes llenas

El ambiente es fraternal

Se vacían las botellas

¡Viva la Corporación!

Eso, que salvo error mío y puede serlo, es un romance de octosílabos, ahí hay una magia, una sencillez aparente en la elaboración de esa poesía y es una poesía tan entendible que hace que cale en el que sea capaz de leer los textos más complejos hasta en el que no lea jamás. Y esa maestría creo que cala, creo que viene calando, creo que se inserta ya per sé en los cuarteles…

Es muy fácil ver o que te cuente algún hermano que en su cuartel, esta noche, se ha recitado esa poesía; o se ha recitado «Las Fiestas de La Puente» de Pérez Carrascosa; o se ha recitado cualquier otra o la de Cuaresma que tiene Víctor en su pregón y que es magistral. O la de «No me mueves, Jesús, para ir a verte, la pata que me tienen prometida», que también es de Víctor Reina. O la de «Ser manantero, hijo mío», de Manuel Reina. Cuando uno tira de esos recursos, hace una comunión general de la mesa porque pone palabras a momentos, a sentimientos comunes y hace un retrato que todo el mundo está degustando a la vez, en el mismo momento y en el mismo compás. Eso conjura la mesa, eso hace una mesa de juramentados si quieres en torno a esta santa tradición que tenemos.

«Tenemos que volver a que se escuche cantar en cualquier parte de la Plaza del Calvario durante los sábados de Cuaresma»

 

SPG: Fíjate si es santa, que no ha habido momento en nuestra vida en el que hayamos escuchado más pregones que la irrupción del coronavirus.

JRAB: Así es. De hecho yo me serví de un detalle curioso. Ricardo Reina Varo tiene un libro que nunca jamás puso a la venta, que la familia lo editó como mero homenaje a su padre y que se llama “Mi Semana Santa”. Y un día, en una Junta de Navidad, nosotros tenemos cierta relación con la Corporación Bíblica “La Espina” porque hay hermanos diáconos que terminaron allí y, por tanto, hay cierta familiaridad. Y en una comida de Navidad terminaron aquí, en la casa de “Los Siete Diáconos”.

Ricardo Varo “hijo” estaba ese día aquí. Y yo, que he heredado de mi padre una cosa y es ser un enamorado de los libros, no pude sino echarle el guante. Y le dije: Ricardo, ¿este libro cómo te lo compro? Me respondió: “Lo siento, es que no se vende”. Y esa conversación, que después de una Junta de Navidad puede quedar flotando en el ambiente, a la siguiente Cuaresma – que además no me cogió aquí, me cogió en otro cuartel – me dejaron el libro.

Mi pandemia, aparte de otros libros, fue empaparme ese libro que además, tiene un gusto por las costumbres y por la forma que tenemos de vivir la Semana Santa exquisito.

SPG: Qué privilegio…

JRAB: Desde luego. Es hacer público un diario tuyo de Semana Santa. Aquí hay una costumbre entre varios hermanos y que no está extendida, es una cosa de tertulia, y es que cada año hacemos una síntesis de la Semana Santa y en ocasiones la compartimos. Porque es muy bonito ver cómo hemos vivido el mismo momento desde diferentes enfoques. También tenemos una revista que se llama “El Piojo”.

SPG: ¿Por qué se llama El Piojo?

JRAB: No recuerdo por qué, expresa entre risas. Siempre te he confesado que mi profesión frustrada es la de ser periodista. Y estaba yo en el exilio, en Pulpí (Almería), en mi primer año como profesor. Allí tuve la inquietud con las mentes creativas que hay en mi casa, en Los Siete Diáconos, de hacer una revista y de ahí salió aquello. No recuerdo por qué le pusimos “El Piojo” pero se llamó así.

Además, nos ilustra muy bien porque tiene periodicidad indefinida. Hace ya seis años que no se edita ninguna, pero cuando conjuran las fuerzas, cuando se mueven los corazones, decimos “¡Vamos a hacer un Piojo!” y sacamos un piojo. De ahí viene lo de ilustrar con distinto enfoque la misma situación. Y en más de una ocasión ha ocurrido que artículos, porque los hermanos no suelen saber de qué escriben otros, se han publicado en El Piojo. Dos hermanos han podido retratar lo mismo desde sus puntos de vista.

SPG: Antes de entrar en lo más personal, hay una decisión que es la de llevarse el pregón de la Iglesia del Hospital al Teatro Circo. ¿Qué diferencia hay en ello para el orador?

JRAB: Las tablas de un teatro son frías por definición. Y oscuras. ¿Tú sabes lo que es sentir que a tus espaldas está el padre del Miércoles Santo, el Señor de la Humildad? Yo, personalmente, soy un negado para dimensionar, calcular, combinar y tener el retablo de la Iglesia del Hospital detrás. Cualquier necesidad de decoración, para mí eso hubiera sido ya un plus.

¿Qué ocurre? Que la magia de un teatro es insustituible. Cuando se trata de ilustrar un pregón, y en cierta manera, sin que se me malinterprete, el pregón tiene algo de número, de espectáculo, de show, las posibilidades que brinda un teatro son infinitas.

Y creo que la Iglesia del Hospital, en la que el pregonero tiene contacto visual con el público, eso se pierde en el teatro para la comodidad del pregonero. En un momento dado, una cara en la que te puedas fijar quizás está pensando hasta en otra cosa. O quizás se ha ausentado del momento… Esa oscuridad proporciona un ambiente más íntimo en el que no hay tanta gente tan allá y en el que lo estás contando a un reducido grupo de personas, y creo que eso puede ser positivo.


SEGUNDA PARTE DE LA ENTREVISTA

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