Tras cerca de dos meses atravesando un túnel negro la sociedad, en estos días, comenzamos a ver esa ansiada luz que está al final. Pero en el trayecto de ese lúgubre camino, se están quedando muchísimas personas. Seres queridos, inocentes y, sobre todo, los que nos dejaron, con su trabajo, un mundo mejor; nuestros mayores.
Hace unos días las iglesias de Puente Genil comenzaron a abrir sus puertas para que todos podamos volver a la casa de Dios. En algunas de ellas podíamos ver que el tiempo se detuvo. Hemos podido observar, todavía, Vírgenes vestidas de hebrea, Imágenes vestidas para celebrar la venida de la Cuaresma, incluso altares de Cultos que perdieron su fugacidad y vestían el templo como si fuera, todavía, los días grandes de su cofradía. Ahí se paró la Mananta y se cerró. En el comienzo de la semana de Diablo Mudo. Estampas únicas e históricas que, poco a poco, van cambiando, pero no volviendo a la normalidad.
En estos días donde el protocolo y las normas ya permiten poder vestir y cambiar a nuestros Sagrados Titulares, gran parte de nuestras cofradías, con gran acierto, están transformando este mes de mayo en noviembre. En un mes que debería ser, con otra liturgia, en los atuendos de las Imágenes, estamos viendo (y seguiremos viendo) como diferentes cofradías de Puente Genil visten a sus Titulares de luto por las muertes que se han llevado, y todavía se están llevando esta maldita pandemia. Las principales exponentes de nuestra Semana Santa, las Imágenes, visten por los hijos muertos. Son el mayor emblema de que el mundo de la Mananta está de luto ante el tiempo más triste de nuestra historia reciente. Incluso, nuestro Patrón, con túnica lisa y morada (cuando normalmente viste bordado para recibir a las comuniones), se presenta más cerca de sus fieles, fuera de su camarín, como si, con este gesto, sea más palpable, ahora más que nunca, la necesidad de Dios para el hombre.
No habrá sido el único año que no haya habido Semana Santa. Pero con casi total seguridad, si habrá sido el único año en que todo, absolutamente todo se paró. Ni culto externo, ni culto interno. Ni poder ir a la iglesia a disfrutar de nuestros Titulares junto al Sagrario.
La luz se ve, pero para muchos se apagó en este confinamiento. Y las cofradías de Puente Genil, de esta forma, recuerdan a aquellos que se fueron y se siguen yendo de una forma triste, en silencio y solos. La alegría volverá, la liturgia correcta también, pero antes un merecido recuerdo a este tristísimo episodio.
Descansen en paz. Por su Gloria.