El pasado sábado se presentó el cartel de la Semana Santa 2021 de Puente Genil. Sí, de Semana Santa. Porque la habrá, al igual que el pasado año la hubo (para los «cuatro aburríos con sangre de horchata» y francotiradores de las redes sociales, espectantes a que salga alguna noticia de la Mananta para soltar todo su veneno y odio guardado, en plan valiente; ahí, detrás de un ordenador, sin tener la más mínima idea del cómo, del cuándo ni del dónde, informarles que a la Semana Santa no la mata ni la tapa nadie). Pero a lo que voy, no voy a malgastar más líneas en esto. ¿No os parece que, el sábado, hubo algo más que una presentación de un magnífico cartel de Semana Santa?
En primer lugar voy al contenido, a lo más importante: el cartel. Desde su designación, sabía perfectamente que, Jesús Berral, no iba a defraudar, y que iba a dejar para Puente Genil un cartel que pasará a la historia por su calidad, simbolismo y por su vistosidad. En un lienzo de metro y medio, Jesús plamó, como nunca, lo de siempre. Con sus pinceles ideó una oda a la Semana Santa de Puente Genil y a su cartelería. Lo bello fue que, además de que su pincel nos hablara de una forma muy bonita, la intervención del artista fue una clase magistral de qué debe ser un cartel. De cómo se debe trabajar un cartel. Y por qué ese cartel, para él, ha sido un sueño, desde niño, hecho realidad. Si esta Semana Santa será especial, hemos comenzado de una forma inmejorable; con un cartel que, parafraseando a mi hermano Javier Villafranca, «de cuando Puente Genil dice -aquí estoy yo-«.
Jesús, alimentándose de la base de la cartelería de Puente Genil, en el añorado Julio Cámara, cogiendo prestada y haciendo suya su paleta de colores, sus fondos y su tipografía a la hora de rematar el cartel, nos presentó una obra soberbia e inconfudiblemente salida de sus manos. Si él, como dijo, está orgulloso de su trabajo, imaginarse la Mananta de su, ya, cartel de Semana Santa. Felicidades y gracias, Jesús, eternamente gracias. En simil taurino, cortó la dos orejas y el rabo.
Javier Villafranca, nos presentó la revista. Con su forma, que ya la tenemos como la voz de nuestra Semana Santa. Nos repasó detalladamente una publicación, sin duda alguna, que año tras año se va mejorando. Siendo la envidia de todos nuestros alrededores. Siendo fuente de información y consulta inmejorable; y con una calidad, tanto en lo escrito, como en su maquetación, propia y al nivel que se merece nuestra Fiesta Mayor. También, como no, unas bellas palabras, para una fotografía, aún más bella, que José Alejandro nos regaló como ganador de la fotografía de esta Semana Santa 2021.
Pero, ¿No os parece que, el sábado, hubo algo más que una presentación de un magnífico cartel de Semana Santa?
Y ahora, ahora voy al continente del acto. Como no, y como ocurrió en la Misa del mes de octubre, la entrada, la disposición y las medidas a tomar fueron perfectas y extremadamente cuidadas, debido al estado de alarma sanitaria. Porque como dijo nuestro Obispo, con las medidas oportunas y la resposabilidad de siempre, hemos de ser valientes.
Un Teatro Circo dispuesto con una elegancia propia del acto, invitaba y presagiaba que algo emotivo se iba a vivir. Loren Reina nos metió en un tren que nunca quisimos bajarnos de él. En cada parada, un trozo de nuestra Mananta. Como siempre…en esos vagones nos metimos, y por un momento, nuestra mente, y sobre todo nuestra alma, se olvidaron de la tristeza y el horror que, durante un año, estamos viviendo día a día. Loren nos llevó a esa Semana Santa de siempre. De bulla, de abrazos, de música… del pastel que sólo Puente Genil sabe cocinar. No se escuchaban ni el ruido del andar de la máquina. Culpable fue un trio de cuerda y piano, comandado por nuestro hermano Miguel Velasco, que se encargó de sacar las entrañas de todos los presentes, durante tanto tiempo ocultas en los más profundo de nuestro ser. Cuando comenzó a sonar, nuestra querida y archiconocida, Plegaria a Jesús Nazareno, con un diálogo entre viola y violín, y como mediador el piano de Miguel, las lágrimas se dejaron ver recordando, añorando y anhelando tiempos pasados, tiempos mejores y tiempos que llegarán. Esas lágrimas morían muy pronto; en esas malditas mascarillas. Uno de los motivos de esas lágrimas derramadas. Una música que, de forma puntual, bañó de elegancia y emotividad todo el lugar. El Cohete y La Matraca, fueron las otras dos obras interpretadas.
Y para finalizar, el presidente, Jesús Gálvez Silva, no tuvo otra cosa que coger su corazón y ponerlo en el atril, para que todos lo pudiéramos ver. Finalizando con una bellísimas y sinceras palabras, entre sollozos: «Sed fuertes, tened fe. No dejéis de amaros, pero retrasad los abrazos, esos que tanto echamos de menos, porque pronto volveremos a ellos. Cuidad de nuestros mayores, ellos son la memoria. Cuidad de los más jóvenes, ellos son el futuro. Y cuidaos todos y cada uno de vosotros. Vosotros sois el alma de la Semana Santa de Puente Genil».
En tan bello acto se pudo ver, pero no tocar… las ganas, el recuerdo, el querer y no poder, la tristeza, la felicidad y el alma de Puente Genil, que es la Semana Santa. Nos dimos cuenta que la llama sigue intacta. Que sólo está oculta detrás de esta mierda. Paciente, espectante para volver a iluminar a todos nuestros corazones.
Estoy seguro que nunca volveremos a querer vivir esta Cuaresma y la Semana Santa que nos espera. Pero también estoy seguro que, cuando volvamos la vista atrás, la recordaremos con vivencias y experiencias únicas, irrepetibles y que no se borrarán nunca. Y para la primera muestra, lo vivido en este acto.
Y después de esto, vuelvo a repetir: ¿No os parece que, el sábado, hubo algo más que una presentación de un magnífico cartel de Semana Santa?