GENERAL

Okupación en Puente Genil con estilo propio… pero sin que nadie mueva un dedo

Tiempo de lectura: 5 minutos
Comparte

Nos han enseñado a pensar que la ocupación (nos olvidamos de la «K» por el momento) es eso que ocurre en Lavapiés, en el barrio de Gracia, o en algún polígono de Sevilla donde cada dos por tres se lía parda cuando llega «Callejeros» a hacer su reportaje antes de que se asome la Policía a decir algo. Pero no, amigos… también existe una ocupación silenciosa, lenta, sorda como una pedrada en la siesta. Esa es la de Puente Genil, y es tan real como el alumbrado de Navidad del que vecinos y gobernantes presumimos sin tener, ni unos ni otros, nada que ver con ello, pero eso, otro día.

Aquí no tenemos el «glamour okupacional» de los centros sociales anarquistas, ni los vídeos virales de desahucios dramáticos con vecinos pasándolo realmente mal y activistas llorando lágrimas de cocodrilo en la acera. Aquí lo que tenemos podríamos resumirlo en cuatro formas de ocupación que dan para un máster en abandono institucional y desidia ciudadana. Pero vamos por partes, como Jack «el de Whitechapel», que seguro también era de los que pensaba «yo mientras no me digan nada…. sigo».

 

     

1_ La estación de autobuses por fin tiene uso

La estación de autobuses de Puente Genil —esa maravilla del diseño funcional con encanto de posguerra (modo ironía ON)— ya no es una estación, de hecho, llevaba tiempo sin serlo por el total abandono de nuestros gobernantes competentes (vease que no he puesto una «in» delante por vergüenza, la verdad). Ahora es un hostal improvisado sin estrellas ni paredes, ocupado por personas sin techo que han hecho de los bancos, los rincones y hasta de la marquesina un tendedero improvisado… sin luz, sin agua, pero con derecho a corriente de aire.

¿Y el Ayuntamiento? Pues en su papel habitual de extra de fondo en película apocalíptica. No molesta ni resuelve, solo pasa con el mejor estilo «Rajoyniano», que ya podríamos definir como «Velasquiano» (antes, heredero del «Estebanista», que no se libra nadie) esperando a que la gente «se canse» y que esto se solucione solo o lo haga otro, como diría Homer. Eso sí, si alguien quiere coger o bajarse del bus, mejor en la rotonda de al lado… por aquello de no tener que desalojar antes a un inquilino involuntario.

2_ Ocupaciones con acento de temporero y aroma a fracaso social

Luego están las ocupaciones de grandes inmuebles olvidados, esos donde los dueños están dedicados a sus cosas de dueño desaparecido hasta que le toque tener que desalojar uno de ellos: los antiguos salones de la Huerta de la Barca. Hoy convertidos en chabolas indoor (y outdoor), con familias, niños sin escolarizar, y condiciones que harían llorar al mismísimo Charles Dickens.

¿Y qué decimos como sociedad? Pues que “ya se apañarán, que total, están acostumbrados”… Así, con dos narices y ninguna empatía. Un espejo que nos devuelve la cara de una sociedad que mira para otro lado mientras se derrumba por el que no se ve en TripAdvisor.

Ah, y si nos ponemos más institucionales, ahí está el antiguo cuartel de la Guardia Civil, símbolo patrio hoy convertido en una especie de “okupaverso deluxe”, justo al lado de una guardería, una biblioteca, un centro de mayores y uno de los parques más transitados. Vamos, que hemos puesto una bomba de relojería a hacerle compañía al columpio y nadie parece tener prisa por cortarle los cables.       

3_ Señor del Río: la ocupación que no molesta porque ni la vemos

Aquí ya ni hay escándalo. En “Señor del Río” la ocupación es tan crónica que forma parte del paisaje. Como las bolsas de basura en los matorrales o el cartel de “se alquila” que lleva cinco años criando polvo. La ocupación aquí es invisible, no porque no exista, sino porque ni Dios baja por allí si no se le ha escapado el perro.

     

La degradación urbanística hecha rutina. Un lugar donde la ley, la ayuda social y la empatía solo pasan de largo, si es que alguna vez supieron llegar.

3_ Los barrios que importan… hasta que se cruza el puente o el descampado

Y luego están los barrios donde la ocupación es tan habitual como la fritura en Semana Santa: calle Bailén, Quevedo, Juan Rejano… Allí los pisos entran y salen de manos como si fueran cromos. Pero claro, como son zonas donde no se hace footing, ni hay gastrobares, a nadie parece importarle.

Ahí están, resistiendo en el olvido, con okupas rotando y vecinos resignados, como si formar parte del mapa significara aceptar que vivir sin seguridad, sin servicios y sin expectativas fuera lo normal. Y lo triste es que lo está empezando a ser.

El Ayuntamiento y su estrategia del avestruz institucional

¿Qué dice el Ayuntamiento de todo esto? Pues más o menos lo mismo que cuando uno encuentra goteras en casa: “Bah, será una, no hay que alarmarse”… hasta que ya hay más cubos que soluciones.

Nuestro consistorio parece aplicar la doctrina del “si no lo nombro, igual desaparece”. Hasta que alguien monta el escándalo mediático de rigor, las redes arden, se convoca una manifestación o se cuela una cámara de Canal Sur. Entonces sí: se crean inútiles mesas de trabajo, se improvisan declaraciones solemnes, y se redactan notas de prensa con olor a naftalina y a susto.

Eso sí, mientras tanto, los argumentos de siempre:
– “Son temporeros, no molestan.”
– “No tenemos competencias.”
– “El propietario no contesta.”
– “No nos consta ninguna denuncia.”

TRADUCCIÓN: «no queremos líos hasta que no haya votos en juego».

Los Servicios Sociales, «missing» Y mientras tanto…

De oficio, nuestros políticos no van a actuar, eso creo que lo tenemos que tener meridianamente claro, más que nada por aquello de la experiencia de legislaturas… y este equipo de gobierno, si algo ha demostrado es que es fiel a lals tradiciones de todo lo indolente de los anteriores, con la frase «si no se quejan, tú quiero ahí» como leitmotiv  y mientras tanto, dos ocupaciones paralelas:

  • La de quienes malviven en condiciones miserables, fuera del sistema y sin apoyo ni atención institucional.
  • Y la de quienes degradan los espacios comunes, convirtiéndolos en lugares inseguros y fuera de control, ante la pasividad general.

Todo eso pasa en silencio, hasta que un día… ¡PUM! Se lía. Porque no hay nada más peligroso que una administración que espera que la mierda se espaza sola para justificar el uso de la fregona.

Aplausos por la buena gestión

Y otra medallita para nuestra colección local de gestión reactiva e incompetente, sin hacer nada hasta que ya es demasiado tarde y les toca salir en la foto diciendo que estamos trabajando en la solución de un problema que nunca debió haber llegado a tanto, tapándose la vergüenza con una carpeta de informes que nadie lee.

En fin, faltan manos para repartir tanto aplauso… Pero al menos, que quede constancia. Que lo de Puente Genil no es ni nuevo, ni aislado, ni inevitable. Señores del Ayuntamieto, como dirían los de Junts al presidente sánchez: «muevan el culo» de una vez… Porque todo esto es simplemente es lo que pasa cuando nadie se atreve a meterle mano a lo incómodo, no sea que el problema se enfade

¿Interesante? Compártelo

Artículos Relacionados

404