«Si tú me dices ven, lo dejo todo». No es que sea el grupo de música favorito de nuestro protagonista, pero sí es cierto que lo que dice una de sus canciones más escuchadas resume el cambio de Puente Genil por Alemania. En particular, la ciudad de Düsseldorf. Allí reside desde hace una década Antonio González Rivas, un pontanés que no sin esfuerzos ni sacrificios se ha adaptado a vivir en este país europeo. Todo lo convierte en un reto más llevadero y hasta casi compartido tener compañeros de viaje. En este caso compañera de vida, que además, es hija de una pontanesa y de un madrileño que en pocas semanas comenzará a disfrutar de su jubilación en nuestro pueblo. Si algo podemos asegurar de Antonio, es su cariño infinito a Puente Genil y sus gentes, sus calles, su familia, sus amigos, y sus tradiciones.
PREGUNTA: ¿Cómo recuerdas tu infancia en Puente Genil?
ANTONIO GONZÁLEZ RIVAS: Me atrevería a decir que fue una infancia plena en todos los sentidos. No tengo malos recuerdos, si no todo lo contrario. El pueblo siempre ha tenido mucho ambiente y los primeros flashes que me vienen de niño son los días de la Cabalgata de Reyes, jugar como un auténtico mosquetero en el Paseo del Romeral en carnavales, recoger espárragos en Sierra Gorda, saltar, bailar y disfrutar en las fiestas de fin de curso de mi colegio, Compañía de María, recorrer la calle Cruz del Estudiante con mi equipación puesta y con la mirada puesta en esa puerta verde del campo de fútbol, y cómo no: el sabor de mi infancia: el bollycao. ¿Os acordáis lo bueno que estaba su relleno de chocolate?
Como pontano que soy, me siento orgulloso de haber vivido esa infancia. Las vivencias, amistades y cercanías que se fraguan no son iguales en grandes ciudades. Y ya no os cuento lo que percibo aquí en Alemania. De hecho, la infancia es un tema que me preguntan recurrentemente amigos o compañeros de trabajo, le interesa saber cómo es la vida en España. Aunque yo siempre empiezo con la misma frase. Una parte es España y otra es la suerte de haber nacido en Andalucía.
P: ¿Qué rincones son los que más frecuentabas cuando eras niño, adolescente…?
AGR: De niño sin duda el Paseo de Romeral, ¿quién no tiene un recuerdo bonito de él? Grandes árboles, kioscos, celebraciones en la fuente… Era antaño un punto de encuentro de jóvenes y niños. Cada banco siempre estaba ocupado por una pandilla de amigos y los juegos al aire libre estaban a la orden del día. Luego el paseo desde el Romeral a San José, recorriendo calle Susana Benítez. No se podía ser más feliz que recorrerla con una moneda de 20 duros, sabiendo que al final del túnel te espera el Mundidulce. Aunque por mi tarde recuerdo que llegar al tropezón era ya territorio comanche. O más bien de adolescente si no allí estaba Joselu con su establecimiento de las máquinas para recordarte que no podías entrar o simplemente no dabas aún la talla para jugar al futbolín. Esto transcurría casi todos los viernes por la tarde, pero ¿qué pasaba los sábados? . Pues tras ponernos de acuerdos entre clases y amigos, unos torneos de futbol en la plaza de Emilio Reina siempre eran el plato fuerte.
Recuerdo que al llegar a mi casa mi madre me preguntaba: Pero niño, ¿dónde has estado todo el día y qué has comido? Pasando ya a la etapa de adolescente pienso que cada joven de Puente GenIl coincidirá conmigo y es que el parque de los retales nos dio mucha vida y alegrías cada noche del fin de semana. Sin olvidar las tardes de los partidos de basket. A aquellas canastas no le pasaban los años. Otro lugar que frecuentaba y que seguía frecuentado fue esa famosa esquina de la calle Aguilar que tan bien nos ha tratado durante muchos años. Sin duda es una pena que las nuevas generaciones no lleguen a tener un recuerdo de lo que ha sido el bar Eugenio. Recuerdo, también la primera inauguración de los cines y bolera, diría que fue al principio fue un
éxito. Me encantaba ir allí y contar luego cuántas películas habíamos visto, mientras echamos una partida de bolos y recuperaba fuerzas comiéndome una deliciosa patata asada. Aunque sin duda uno de los recuerdos más bonitos y lugares que frecuentaba de adolescente fue finalmente el cuartel de Semana Santa (Los Clavos de Cristo). Las experiencias y ratos con tus hermanos de cuartel son inolvidables.
P: ¿Qué te llevó a irte a vivir a Alemania?
AGR: Como os podréis imaginar es algo que cuando echo la mirada atrás ni yo mismo me creo que llevé viviendo aquí diez años. Todo comenzó cuando volví del Erasmus en Polonia. Me quedaban cuatro asignaturas para acabar la carrera y analizando el panorama laboral que se presentaba, decidí que la mejor opción para mi futuro era seguir formándome. Tenía la vista puesta en emigrar a Madrid para realizar un máster y buscarme allí la vida. Hasta que todo se torció en una noche cálida de agosto del 2012 en el bar Eugenio.
Ahí conocí a mi mujer. Düsseldorfeña, de madre pontana y padre madrileño. Tras llevar un año de relación y con la opción del máster semipresencial decidí lanzarme a la aventura de la mano de ella.
La decisión no fue igualmente fácil, pero la experiencia que viví en Polonia y la oportunidad de volver al extranjero para seguir madurando como persona me motivaba mucho. El estar fuera te hace ver la vida con otros ojos y todo lo que habías aprendido y conocido no es tal y como pensabas. Aún recuerdo mis primeros días deambulando por las calles de Düsseldorf, donde todo me sonaba a chino y con la voz detrás de la oreja de pepito grillo, que era mi suegro: Antonio, hasta que no entiendas todo lo que dicen en la tele, no sabrás alemán.
Me costó unos años aprenderlo, pero hoy en día me alegra que me diera ese consejo. Los primeros años fueron muy duros, no bajé ni para navidades y añoraba mucho al pueblo, a la familia y los amigos, pero hoy en día me alegro mucho de haber sabido adaptarme y seguir por Düsseldorf.
P: ¿Cómo es la vida allí a lo largo del año?
AGR: En resumidas cuentas, la vida es cómoda, monótona y más tranquila que en España. No hay planes o eventos socioculturales con tanta frecuencia. Es una vida más casera y familiar, añadiendo que a ello contribuye el clima. La mayoría de los planes se centran en quedar en casa de los amigos. Si no tenemos un otoño muy lluvioso o frío, es bonito de ver y disfrutar del cambio del color de las hojas y de la vegetación. Alemania posee un patrimonio forestal extenso y el colorido de los árboles y bosques alumbrado por los rayos de sol dejan siempre una estampa ideal. Muchas familias aprovechan para salir, recoger setas y pasear alrededor de los lagos. Obviando que los inviernos son fríos, grises y con días cortos, siempre intento convencer a mis familiares o amigos cercanos que me visiten por esas fechas. Ya que para mí es la mejor estación del año. No hay nada como salir a las plazas principales y visitar los mercados de Navidad (Weinachtsmarkt), pedirse un vino caliente (Glühwein) y acompañarlo con una buena salchicha (Krakauer) . Y no solo ofrecen comida si no también productos para decorar o regalar en la época de Adviento.
La primavera llega siempre bañando de color el país, en todos los lugares brotan flores y la vegetación y el verde intenso vuelve hacerse notar. Si el tiempo te lo permite, disfrutar de la naturaleza en cualquier parque, bosque o lagos que rodean cualquier zona es sencillamente magnífico.
El verano es prácticamente como la primavera, no hay grandes cambios y como sea malo tienes hasta tiempo de otoño. Por eso es por lo que a los alemanes le gusta tanto disfrutar del calor en España. Aquí con suerte tenemos días sueltos que lleguen a los 30 grados.
A nivel laboral en general siempre ves el mismo camino: “de casa al trabajo y del trabajo a casa”. El día a día se engloba en hacer vida dentro de la empresa, ya que en la gran mayoría de ellas existe un ambiente muy internacional y tratas con mucha gente de cualquier lugar del globo. La calidad laboral es muy buena y la flexibilidad que tienes te permite compaginar con los menesteres del hogar y personal. No obstante, existe un apego y adictismo al trabajo. Yo os diría que en el norte de Europa se vive para trabajar y él en el sur se trabaja para vivir.
P: ¿Se echa de menos Puente Genil?
AGR: Naturalmente. Uno no olvida sus raíces. De hecho, escuchar el himno de los ausentes es hacer que afloren mis sentimientos. No es fácil dejarlo todo atrás y empezar una vida desde cero en otro país. Tienes que adaptarte en todos los aspectos. Hablar como ellos, vivir como ellos, entender su cultura, horarios, comida,
clima… En una frase, tienes que convertirte indirectamente en un alemán sí pretendes quedarte aquí a vivir. Mis conocidos nunca terminan de entender el almuerzo cena que practico aquí. Es cierto que cuando uno conoce bien el extranjero te das cuenta de que nuestra riqueza cultural y gastronómica es mucho más grande de lo que pensamos y poco se habla de ello.
P: ¿Qué es lo que más añoras de tu pueblo?
AGR: Sin duda tengo tres pilares: la gastronomía, Semana Santa y familia-amigos. ¿Porque empiezo con la gastronomía? Como para no hacerlo… tenemos un referente como el Restaurante Casa Pedro que pienso que se echa de menos hasta en el norte de España. Seguidamente de un restaurante tan campechano como es el Albarillo y sin dejar atrás el Dupin’s.
Si esto no es para echarlo de menos que baje Dios y me pille confesado. Pero la calidad, trato y precios que ofrecen en cada lugar son inmejorables. Cabe mencionar que tampoco he probado mejores patatas asadas que en el pueblo. Y mira que aquí están muy orgullosos de sus “Kartoffel” patatas.
En lo que concierne a nuestra Semana Santa que os puedo decir que ya no se ha dicho. Es única y de la que no me canso de mostrar y hablar. La marca Puente Genil y su Semana Santa la llevo conmigo a todos lados, me falta siempre tiempo de mostrar videos, imágenes, desfiles…. El problema que tengo siempre es a la hora de explicar el tema de los rostrillos… Nunca sé cómo empezar.
Amigos y familia los agrupo, ¿por qué? Ellos son en gran medida los que me aportan nuevamente energías para seguir por aquí batallando. Son unos de los pilares básicos de la vida, ¿qué haríamos, si no, sin ellos?
PREGUNTA: ¿Cuándo fue la última vez que viniste a Puente Genil?
AGR: Como apasionado de mi pueblo, viajo hasta allí muy a menudo. Pero siempre y cuando las circunstancias lo permitan. Aunque siempre digo que coger un vuelo e ir a Puente Genil es como ir desde Madrid. Ciertamente la logística es un tanto más enrevesada. Pero justo estas navidades he estado en el pueblo. No podía perderme el espléndido alumbrado de Ximénez en primera persona. Unos vídeos y unas fotos que me hice me sirvieron para dar por aquí nuevamente a conocer lo que vale nuestro pueblo.
P: ¿Qué es lo que más te gusta hacer cuando vienes al pueblo?
AGR: Indudablemente hacer vida en la calle, disfrutar del ambiente que de por sí el pueblo te brinda. Mi madre siempre me regaña con la misma frase: Antonio, ¿acabas de aterrizar y ya te vas a la calle? U otra frase clásica es: ¿Cuándo vas a comer un día en casa tranquilo?
Soy una persona que justo antes de ir a Puente Genil se planifica mucho el viaje para sacar el mayor partido y provecho de los días que estoy allí. De ahí sale otra frase, pero esta vez de los amigos. Antonio, lo que nosotros hacemos en unos meses, tú te lo has finiquitado en un fin de semana. Yo siempre respondo que es cuestión de organizarse y sobre todo las ganas que tengo de estar allí. Alguna vez que otra mis familiares me llaman por videollamada y paseo gustosamente con ellos virtualmente por el pueblo. Teniendo hasta la oportunidad de saludar a algún transeúnte conocido.
P: ¿Cómo se ve Puente Genil desde la distancia?
AGR: Como un pueblo distinguido dentro de la Campiña Sur cordobesa, lleno de vida, con un gran carisma en sus gentes y donde uno es siempre bien recibido.