Sí, S.O.S porque venimos notando desde hace años que la afición pontanesa necesita algún ungüento sanador que la recupere de su letargo. Queremos decir, un revulsivo.
El flamenco por su naturaleza necesita de un espacio, un hábitat dónde desarrollarse, y no nos referimos al ámbito profesional. Es una música difícil que en estos tiempos, por la “in/evolución” de la sociedad, no le entra tan cómodamente a la juventud, aunque hay un componente necesario para el cultivo de la afición que no ha mutado a lo largo de los años, nos referimos a “lo vivencial”. El mejor vehículo para que el cante te atrape para siempre es el contacto directo, la piel con piel, compartir con otros las emociones, la intimidad del quejío y la convivencia real frente a lo virtual de estos tiempos. De eso en Puente Genil sabemos mucho, amén de nuestro carácter extrovertido que provoca que seamos campeones en las relaciones humanas y afectivas.
«…la convivencia real frente a lo virtual de estos tiempos.»
En los sesenta y setenta había legiones de aficionados que
se reunían al abrigo de los festivales de verano, que eran auténticos puntos de
encuentro y reunión de gentes del flamenco de distintos lugares. Las peñas, por su parte, hicieron una labor
de aglutinamiento de los aficionados, además de ser espacios inmejorables para
el cultivo de la afición.
En Puente Genil siempre hubo quien le diese a los pedales, generalmente nuestros cantaores o aficionados carismáticos, y entre bares, cafés, cuarteles, reuniones, peñas y tabernas, el flamenco siempre tuvo un espacio donde desarrollarse, y gracias a ese cultivo siempre hemos tenido una buena nómina de cantaores que a la vez servían de aliciente y atraían a los aficionados. Perico Lavado con su taberna y después con la repostería de la Peña Fosforito, las reuniones en Los Faroles, el Bar del Tiri, y en las últimas décadas la Peña Frasquito, por citar algunos casos, han sido generadores de afición y espacios donde confluían los amantes del flamenco.
«…no existe en Puente Genil un espacio dónde los aficionados se reunan…»
Hoy la necesidad de relacionarse en torno al cante parece haber quedado reducida al ámbito de la reunión privada, por lo que ese intercambio y convivencia deseados entre unos y otros, queda limitado sólo a las personas del circulo de cada grupo. Hoy día ya no existe en Puente Genil un lugar dónde los aficionados se reúnan y dónde se hable de cante, un espacio natural donde se pueda acudir porque se sepa que hay ambiente. Un tanto paradójico pues seguimos teniendo un gran número de aficionados pero quizás nos encontramos en actitud dispersa. A pesar de la continuidad de la Peña Frasquito, y del encomiable esfuerzo que realizan, no consiguen entusiasmar a los jóvenes, y la media de edad sigue elevándose sin que parezca que vayan a encontrar relevo.
Podríamos decir que la sociedad ha cambiado, seguimos teniendo cantaores importantes con «efecto imán» pero su modus vivendi es distinto al de antaño. También podríamos argumentar que en Puente Genil el mundo de la Semana Santa se lo come todo, esfuerzos y recursos que se restan de otras áreas pues los caudales no abundan debido a una crisis económica que no termina de marcharse. Lo cierto es que la realidad nos da en la frente y corremos el riesgo de que la afición se diluya progresivamente.
Llegados a este punto quizás podríamos pedir auxilio a nuestros gobernantes que de algún modo también tienen el compromiso de velar por nuestras señas identitarias. Lógicamente no se trata de que el ayuntamiento monte una taberna para que los aficionados vayamos allí a cantar, pero sí que se trace un plan que de alguna manera ayude a incentivar al flamenco local.
«Sí, tenemos un festival que se paga caro porque no se sabe gestionar»
En lugar de gastar todos los recursos económicos sólo en la noche del 14 de agosto, diversificando el dinero se podría realizar también una programación atractiva para la época de otoño/invierno, que se podría pagar si el dinero para el Festival se gastase adecuada y eficientemente. Sí, tenemos un festival que se paga muy caro porque no se sabe gestionar. Por otra parte, el ayuntamiento sí tiene recursos para ofrecer un espacio físico (Casa del Flamenco, por ejemplo) donde se puedan realizar actividades, encuentros, seminarios y sobre todo que sirva como lugar cotidiano para el encuentro de los todos los aficionados. Son ideas al aire que llegado caso se pueden precisar y desarrollar siempre y cuando el ayuntamiento muestre un compromiso real con lo nuestro, pero en ningún caso debemos caer en el inmovilismo. PROTEJAMOS LO QUE AMAMOS.