AYUDA A LA FAMILIA EUKASE
Pones las noticias de medio día, estás comiendo en tu casa con la calefacción puesta y la mesa llena. Tu familia está contigo, cada uno hablando de sus problemas diarios. De pronto aparece una noticia, inmigrantes rescatados en un naufragio.
Son gente que se juega la vida cruzando el mar en barcas de juguete. Ven morir a compañeros, amigos, familiares, cuyos cuerpos tienen que tirar por la borda porque apenas hay espacio para ir de pie. Intentan buscar una vida mejor, un futuro para sus hijos, huyendo de países donde se mueren literalmente de hambre, o en los que las guerras convierten la muerte en un descanso a sus desafortunadas vidas.
Los más afortunados culminan ese viaje, que en muchos casos les lleva meses hacerlo, después de empeñar los ahorros de toda una vida. Llegan buscando un mundo mejor, una vida mejor.
Apagas la televisión o cambias de canal, porque la conciencia te taladra la cabeza durante unos segundos y es mejor pensar rápido en otra cosa…
AYUDA A LA FAMILIA EUKASE
Te cruzas a diario con ellos. Sí, aquí en Puente Genil, en tu pueblo, porque hay un centro de inmigrantes de Cruz Roja. Los ves pasar, pero no los miras. Los oyes hablar, pero no los escuchas. Porque cada cual está centrado en sus cosas y no vemos más allá.
Los inmigrantes no se quedan mucho, vienen y van, están aquí de paso. Cada día caras nuevas, historias diferentes, procedencias variadas, pero la misma mirada de tristeza, y al mismo tiempo de esperanza, de agradecimiento.
Y llega un día en el que te encuentras a una familia que si se quedó aquí. Una familia que partió de Nigeria hace 12 años buscando el sueño de vivir, de poder vivir. Una familia que se embarcó en un cayuco de madera, pagando lo que no tenían, la fortuna de toda su familia, para poder jugarse la vida en el mar.
Una madre, un padre y su hijo pequeño. Una
travesía de muerte, en la que dejaron a amigos y compañeros en el mar. Un viaje
que llevarán grabado a fuego dentro de su alma para siempre.
Y por fin, obtuvieron la tan ansiada recompensa. Llegaron a Puente Genil, un pueblo que podría ofrecerles todo lo que ellos buscaban, todo lo que siempre habían soñado. Aquí se quedaron y aquí intentaron rehacer sus vidas, junto a su hijo pequeño, que pronto se convirtió en el mayor de cuatro hermanos.
Un durísimo viaje para llegar a Puente Genil y poder ganarse una vida
Pero ese sueño, ese tesoro por el que tanto habían sacrificado, se les ha ido esfumando poco a poco entre las manos, como el humo, como el agua. No tienes papeles, no puedes trabajar. Tienes que vivir de la caridad, de la solidaridad de un mundo que va tan rápido que no se para a fijarse en unos pontaneses, nacidos a miles de kilómetros, pero que son tan nuestros como nosotros mismos.
Unos niños, nacidos en nuestra tierra, pero sin los mismos derechos que nuestros hijos. Tan cerca y tan lejos. Tan iguales, pero tan diferentes.
Dicen que Dios aprieta, pero no ahoga. Aunque a ellos les ha apretado tanto, que apenas les quedan fuerzas para respirar, y aun así, siguen adelante, luchan por buscar una esperanza para sus hijos, que a su vez, se convierta en un consuelo para ellos.
Y en éstas que Dios, sabiendo que había apretado demasiado, les envió a un hombre bueno, un ángel de la guarda. Un pontanés humilde y trabajador, pero con una misión en la vida, ayudar al prójimo. Entregarse a los demás.
Y en lo más duro de su estancia en nuestro pueblo, cuando el tejado de su humilde vivienda se viene abajo, cuando sienten la impotencia de no poder ni dar cobijo a sus hijos, Rafael aparece en sus vidas como ese salvavidas que sus compañeros que quedaron en el mar, nunca pudieron tener.
Llevan más de 12 años viviendo en Puente Genil, donde han nacido 3 de sus 4 hijos
Con sus posibilidades, con lo que puede conseguir, con la ayuda de Dios (un Dios que lo mueve y lo alienta), pero sobre todo, con su trabajo y esfuerzo, se ha convertido desde hace unos días en el lazarillo de la familia Eukase. Desde que el techo se les vino encima, desde que se quedaron en la calle, desde que además de intentar conseguir sustento confiando en la caridad, tienen que preocuparse de que sus hijos no mueran de frío por la noche…
Pero Rafael, no estas solo. No estáis solos. Charles, Cristy, Eghosa, Ángel, Christian y Manuel, no estáis solos.
Puente Genil es un pueblo abierto, solidario y comprometido. Y os vamos a ayudar. Las redes sociales, tan denostadas en muchos casos, van a obrar el milagro y os aseguro que os vamos a ayudar.
AYUDA A LA FAMILIA EUKASE