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MEMORIAS Y CORRERÍAS DE PEDRO LAVADO – CAPÍTULO 8: Con la troupe

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En exclusiva para El Pontón núm. 15, octubre 1987. Idea y coordinación de Luis Guillermo Porras Llamas

Como dije, estaba en Madrid y en el Tablao Zambra. Una vez terminado mi contrato, me dediqué a salir fuera: tres días, diez… lo que encartaba a hacer bolos (hoy galas). Por aquel tiempo, conozco y me hago amigo de varios estudiantes, casi todos cordobeses, pero entre ellos y en la misma pandilla iba siempre una muchacha que era sobrina de Cesáreo González e hija de Arturo, que era abogado, y era el ojito derecho de su tío. Pues yo le caía bien y me prometió que en el primer rodaje que se hiciera y se precisara de algún motivo de flamenco, que me metería en él. Pero un día llego al Teatro Calderón y el maestro Gordillo, a quien conocí por mediación de un amigo de Lucena, donde estuvo un tiempo de director de la banda municipal, y me recomendó a Marifé de Triana para salir por provincias. Hicimos unos pueblos de Sevilla, donde teníamos instalado nuestro cuartel general y desde donde salíamos sobre las ocho de la tarde. Bien, pues congenié con unas compañeras, que no tenían compromiso y nos liábamos de chateo por lo más típico de la ciudad. Esto en el autocar, cuyo conductor era de mi edad y le iba el lío. Un día fuimos a bañarnos a la piscina municipal, recién estrenada y, como cosa de chavales, nos pasábamos el tiempo haciendo acrobacias bajo el agua, estilo Esther Williams, y mira por dónde este estilo no le gustaba al encargado de aquello y nos echó a la calle, pero más pronto nos entramos por otra puerta. Pero fue lo mismo, al ratillo otra vez a la calle. Cuando nos presentamos tarde en La Campana -punto de partida- y más coloraos que un tomate, Marifé le dijo al regidor: en Madrid te buscas a otro. En efecto era verdad, pero yo no le di tiempo y cuando estábamos llegando a Córdoba, le dije: ¡para ahí y me ahorro el billete!

Durante el tiempo que falté de Madrid, y como nunca dije -ni digo- a dónde voy, me buscó la señorita González en vano para una cosita con Lola Flores en una película, pero todo se esfumó -estas han sido y serán mis organizaciones-. Total, que de nuevo en Madrid, me arreglo con Marisol Reyes, la Novia de Madrid, para salir de gira, yo sustituyendo a Enrique Montoya. Entre otras cosas de su repertorio, hacía una estampa vestido de torero y como fondo un plano de una plaza de Sevilla con la imagen de la Macarena. La canción era preciosa, pero ¡amigo mío! el traje me estaba estrecho y se me pronunciaban mucho mis formas, concretamente la de la barriga, que ya empezaba a asomar la oreja, y se reían. Me quedé sólo para cantar alante. El debut iba a ser en Puertollano. Después de tomar posesión de nuestro hotel, nos fuimos a la plaza de toros, donde el ballet tenía que repasar algunos números. Estando en el repaso, dijo Dios: ¡ahí va agua! Nos metimos en el autocar dentro de la plaza. ¡Cómo no llovería, que el agua llegó a los asientos del vehículo! Las muchachas gritando. Era «entre dos luces», pero sin ninguna. Nos rescataron unos mineros y policías con sus faroles y linternas; un metro de agua, al menos en la plaza. 

     

Ya en el hotel y cambiados de ropa, las autoridades nos dieron una cena, pero como a muchos no se les pasaba el mal rato, sobre todo a las mujeres, pues una me pidió que me fuera a su habitación hasta ver si se le pasaba el susto. ¿Quién se iba a negar en esta situación? Pero el encargado nos pidió la documentación y el libro de familia -estaba muy severa la cosa por este tiempo- y según la Ley de Juan XXIII tuve que dejarla sola, a pique de haberle pasado algo a la pobrecilla, pero la Ley es la Ley.

Seguimos la gira sin poder actuar allí, puesto que había barro para un mes. Y así rodando nos metimos en Jaén, donde hicimos varios pueblos. Se presentó un día de descanso, para proseguir al siguiente en Jaén capital, y aprovecho ese día para irme a Lucena (donde no precisaba Libro de Familia) y darles una vuelta a los niños, pero después también tuve tiempo de tomar unas copas con los amigos, hasta tal punto que agoté todos los minutos y ya no llegaba a Jaén ni en avión.

El espectáculo iba muy bien, pero cantaor yo sólo. Claro, el público, esperaba a este tío, fuera más bueno o más malo, y al no llegar, le formaron una bronca que después leí en el diario de Jaén. Ya no me atreví a dar la cara (para conservarla). Después de buscarme y no dar conmigo, se arreglaron con Curro de Utrera.

Al tiempo y en Madrid otra vez, me encontré con Marisol y todo quedó en un abrazo y unas copas.

Continuará…        

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