En nuestras mentes es difícil imaginarnos una Navidad en verano desde Puente Genil. Muchos pontanos han vivido estas fechas en compañía de la familia y los amigos, siendo la cercanía en numerosos casos la nota predominante. Sin embargo, hay quienes en su día les arrastró – en el buen sentido de la expresión – una trepidante aventura que hoy marca su vida para siempre. Es el caso de Raúl Berral Rejano.
Este pontano, reconocido por muchos por ser «el hijo del del Bar Eugenio«, se ha convertido en uno de los ciudadanos de Puente Genil más añorados por su entorno, el cual existe y es abundante en cuanto a riqueza humana y familiar. Un año más volverá a pasar las Navidades en Melbourne (Australia), con una tabla de surf bajo el brazo y echando de menos su añorada esquina de calle Aguilar con Fernán Pérez, la cual volverá a pisar muy pronto y de la que este año su propio padre tiene previsto cerrar su negocio el 31 de diciembre.
PREGUNTA: ¿Qué te llevó a irte a vivir a Australia?
RAÚL BERRAL: «A principios del 2016, cuando ya llevaba casi tres años viviendo en Inglaterra, una amiga me comentó sobre una beca para estudiar en Australia. Tres meses después aterrizaba por primera vez en Melbourne. Fue una decisión repentina, sin pensarlo mucho. Tengo espíritu aventurero. Me atraen los cambios, lo desconocido y la incertidumbre de lo que vendrá después. Me apasiona conocer diferentes culturas y compartir experiencias y tradiciones con personas de todo el mundo. Australia es un país con una gran proporción de inmigrantes, con numerosas oportunidades laborales y con afán por el deporte y la actividad física. Todo ello me llevó a tomar la decisión de mudarme a Melbourne.
P: ¿Cómo es la vida allí a lo largo del año?
RB: Con respecto a las estaciones del año, aquí vamos a la inversa. Al principio se hace raro pasar el invierno en julio y agosto. Los inviernos se hacen largos. En el hemisferio norte la celebración de la Navidad le da sentido a las bajas temperaturas. En Melbourne nos tragamos un invierno entero y lo único que pasa es el frío.
Desde el punto de vista cultural, Melbourne es una ciudad cosmopolita. Me fascina compartir esta bonita ciudad con gente de todo el mundo y vivir en harmonía. Por lo general, la gente tiene una mentalidad abierta. Se aceptan y aprecian otras culturas. A la vez, la gente va muy a su rollo. Raramente se juzga a un desconocido por su sexualidad, la manera de vestir o sus creencias. Un buen amigo español que vive en Melbourne me decía: “que placer el poder salir a la calle con falda y no sentirte observado”. Yo he llegado a compartir una misma cena con personas de religión musulmana, hindú, budista, cristiana y ateos. Hablamos de nuestras creencias con mucha curiosidad e interés por aprender y, sobre todo, con respeto. Hay que mirar a las personas a los ojos y entender que todos somos seres humanos.
A nivel laboral, depende de la profesión. Yo trabajo como profesor de educación física en un colegio de primaria. Las condiciones son muy buenas. Trabajo de lunes a viernes y disfruto de los fines de semana y extensas vacaciones con mi pareja y amigos. En mi tiempo libre me encanta hacer actividad física y deporte, viajar y leer. También soy un aficionado de la meditación. Por lo general, me gusta dedicarle tiempo a mi salud.
Considero que tengo una vida sencilla y fácil. Desde hace un año, vivimos en una zona muy tranquila de Melbourne donde no existe apenas el ruido. Disfruto de mis desayunos con el sonido de las hojas de los árboles y el canto de los pájaros. Contribuimos al cuidado del medio ambiente todo lo que podemos e intentamos tener un estilo de vida sostenible. En nuestro jardín crecemos una amplia variedad de hortalizas y hierbas comestibles y también tenemos 10 gallinas.
P: ¿Cómo se vive la Navidad en Melbourne?
R: La Navidad en Melbourne transcurre durante el verano. Para mí es extraño. Después de seis años, aún no me hago a esta época del año. A mi me gustan los villancicos, comer mantecados y sentarme junto a la hoguera con el vidrio de anís y un cuchillo de desayuno. Aquí me tengo que conformar solo con los villancicos.
En Melbourne, a mí me gusta pasar la Navidad junto a mi pareja y amigos que, como nosotros, no tienen a sus familias aquí. Solemos ir a la playa a surfear, hacer barbacoas y salir a pasear. Los días de Navidad y Nochevieja nos juntamos todos en una casa y pasamos el día comiendo, cantando y compartiendo nuestras tradiciones con aquellos que la Navidad no forma parte de su cultura. Cada uno cocina algo típico de su país de origen. En nuestro menú navideño encuentras paella de marisco, ensaladas frías de fideos (noodles), dumplings, sushi, pato laqueado a la pekinesa y salmorejo entre otros muchos. Es un regalo de la vida el tener la oportunidad de compartir la mesa de Navidad entre tanta riqueza cultural. Siempre hay miles de historias que escuchar y mucho que aprender.
P: ¿Se echa de menos Puente Genil en fechas como esta?
R: Por supuesto. Sin ninguna duda. Son y serán mis raíces hasta mi último día. No es fácil vivir estas fechas desde la distancia. Siento mucha nostalgia y a veces me siento triste y deseo el poder estar allí con mi familia y amigos. Este es el precio que uno paga cuando decide vivir fuera. La sensación de paz llega al saber que la tierra donde crecí siempre estará ahí y seguro que volveré a rencontrarme con todos esos recuerdos. Mientras tanto, intento sentirme cerca de Puente Genil a través de la música, los videos, el vino y la comida. Mi pareja me solía decir: “después de 30 minutos de villancicos ya no hay quien te aguante”. Después de cinco años, ella ya se sabe hasta algunos estribillos de Raya Real.
P: ¿Qué es lo que más añoras de tu pueblo?
R: La familia, los amigos, y las fechas más señaladas. Sobre todo, la Semana Santa. A veces, hasta el punto de echar de menos el trabajar con mi padre en el bar. ¡Quién me lo iba a decir! Sin embargo, después de casi diez años viviendo fuera, las circunstancias de la vida te cambian. Ahora acepto el vivir con esa añoranza. Mi realidad es otra. Aunque no pueda disfrutar de la compañía de muchas personas con las que crecí en fechas tan especiales, estoy agradecido por todas las oportunidades que la vida me ha regalado.
P: ¿Cuándo fue la última vez que viniste a Puente Genil?
R: En septiembre del 2019. Justo antes de la pandemia. Mi pareja y yo pasamos algunos días en Puente Genil y también hicimos un viaje por el norte de España, Portugal y Marruecos. Después, ella se fue a Croacia y yo pasé unos días más disfrutando de Puente Genil y su gente. El año que viene regresaré a Puente Genil para Semana Santa, después de siete años sin vivirla. Conocer a mi sobrina Candela, ser bien recibido y poder compartir vivencias y recuerdos con los míos es otro regalo de la vida. ¿Qué más puedo pedir?
P: ¿Qué es lo que más te gusta hacer cuando vienes al pueblo?
Me gusta disfrutar de la familia. Es un placer el sentarme en el Bar Eugenio y hablar con mi padre y sus clientes. Disfruto las charlas con mis tías y primos y también cuando salgo a cenar con mi madre y mi hermano a La Matallana. Sin lugar a dudas, me encanta pasar tiempo con mis amigos. Normalmente nos sentamos en una terraza y recordamos miles de historias de la infancia. Siempre nos reímos mucho. También me fascina disfrutar del deporte pontanés, sobre todo el balonmano. Estoy ansioso por ir al Alcalde Miguel Salas y disfrutar de un buen partido entre amigos.
P: ¿Cómo se ve Puente Genil desde la distancia?
Yo veo Puente Genil como un pequeño rinconcito del mundo en el que abundan recuerdos y momentos que siempre permanecerán conmigo. Imagino que cada persona guarda un especial recuerdo del lugar donde creció, independientemente de las circunstancias. Yo me considero una persona con suerte por haber nacido y crecido en Puente Genil. Eso nunca va a cambiar.