A partir de las 20.00h de esta tarde de jueves 21 de julio, el barrio bajo de Puente Genil cuenta con un nuevo atractivo, el restaurante Alma, de Ezequiel Montilla se traslada a una nueva ubicación; unas instalaciones llenas de detalles y que dejan entrever el cuidado con el que se ha cocinado «a fuego lento» este exitoso proyecto personal del chef pontanés.
Se trata de un espacio poco común y alejado de lo que esperaríamos encontrarnos para un restaurante, una antigua casa señorial de principios del siglo XX, alejada de las zonas de ocio habituales de Puente Genil, más próximas a la zona alta y con una decoración plagada de vidrieras y molduras que reflejan la inspiración marroquí de su cocina, que a buen seguro harán las delicias de sus comensales.
La propuesta es arriesgada pero al igual que en sus comienzos (sorprendentemente recientes), parece haber sabido encontrar su espacio en el mercado de la restauración tanto local como de la provincia, con una cocina con identidad propia que compite en su propia liga y es un fiel reflejo de la personalidad quien la crea: una cocina de autor.
En la presentación en sociedad de la nueva sede de Alma, han acompañado a Ezequiel más de un centenar de amigos y clientes que mostraron su apoyo a este empresario (que lo es además de cocinero) en su nuevo proyecto, con presencia de medios de comunicación locales y provinciales, autoridades políticas…
El restaurante ahora «gira» en torno a un gran patio central con una cubierta traslúcida y con una fuente de época alrededor de la que se sitúan las mesas, con las antiguas habitaciones convertidas en reservados para reuniones privadas y una planta superior de uso completo, que hacen un total de más de 700m², lo que supone un enorme salto con respecto a las instalaciones donde comenzó, con poco más de 100m² y espacio para pocas decenas de comensales.
El espacio, como decía, es un fiel reflejo del minucioso cuidado por los detalles de Ezequiel y pretende servir como complemento a la experiencia de sabores que supone la cocina, convirtiéndola en una experiencia sensorial más rica y llena de matices, con el rumor del agua, los olores de plantas e inciensos y los juegos de sombras, luces y color de las vidrieras que protagonizan la estancia.
Personalmente te desearía lo mejor, Ezequiel, pero conociéndote un poco, creo que no va a hacer falta, así que habrá que probarte en breve cuando consigamos mesa ¡Enhorabuena!