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Cuando quienes quebrantan las normas, lo convierten en una rutina

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La Policía Local de Puente Genil ha publicado este fin de semana en redes sociales unas imágenes en las que muestra las pintadas con las que varios energúmenos han decidido “decorar” la zona infantil del parque de la Plaza Poeta José Cabello Cabello. El acto vandálico no sólo ha motivado la reacción de la Policía, que ha pedido la colaboración ciudadana para tratar de identificar a los autores de tales hechos, sino que también ha despertado la indignación de muchos vecinos, y es que en estos asuntos ya llevamos algún tiempo en los que llueve sobre mojado en Puente Genil. Los incendios repartidos por diferentes zonas del municipio, especialmente durante el verano (la gran mayoría de ellos provocados y algunos especialmente graves, como el que asoló el entorno de la depuradora muy próximo al Parque del Garrotalillo que estuvo a punto de causar un desastre medio ambiental); los daños causados en baterías de contenedores de la zona centro (a las que algunos, periódicamente, también meten fuego), desperfectos en espejos retrovisores y pinchazos en ruedas de coches estacionados en las calles; maceteros rotos con plantas destrozadas tiradas en pleno asfalto o destrozos de elementos de mobiliario urbano (bancos, papeleras, pintadas, etc…) ponen de manifiesto la necesidad de abrir un debate sobre cómo tratar a esas personas que no tienen ningún tipo de interés en regirse por las normas de convivencia que la gran mayoría respetamos.

El problema es complejo. Nos encontramos con importantes problemas de identificación de este tipo de individuos, lo que impide el esclarecimiento de estos hechos. No puede haber cámaras de vigilancia en cada esquina ni tampoco puede haber un agente de policía pendiente de la seguridad de todos y cada uno de los rincones del pueblo. Contar con más refuerzo policial en Puente Genil daría para otro debate, pero está claro que frenar esto tiene otras dos vertientes, la colaboración ciudadana para advertir a las autoridades de la comisión de estos hechos, y a la vez poner coto a un estricto problema de falta de civismo por parte de estos personajes. Habrá quien opine que esta gente se merece más mano dura, pero también quien piense que a lo mejor hacen lo que hacen porque el contexto social en el que se encuentran les lleva a cometer esos actos a modo de llamada de atención o de desahogo por infinidad de circunstancias.

Lo que está claro es que en ningún caso estos hechos deben quedar impunes, y es ahí, en ese flanco, donde se debe hacer más pedagogía. La sensación que queda cuando conocemos de estos actos incívicos es que muchos de estos comportamientos les salen gratis a sus autores, cuando no siempre es así. Hay que recordar que recientemente, el Ayuntamiento y la Junta han suscrito un convenio para que los menores infractores puedan cumplir las medidas que se les impongan en la localidad, algo que debe servirles para valorar el daño que hayan podido producir, reparándolo en un entorno que le es familiar, lo que a su vez debe redundar en tomar más conciencia de sus conductas incívicas y ser más responsables del daño que causan para que no lo vuelvan a repetir. 

     

Todos estaremos de acuerdo en que quebrantar las normas no puede convertirse en rutina, y en esa tarea todos tenemos que poner de nuestra parte. Los agentes redoblando su trabajo, los ciudadanos redoblando la colaboración con los agentes, y las familias de quienes cometen estos actos buscando los resortes necesarios para conseguir que no los sigan realizando. Si sumamos en los tres frentes plantaremos cara al problema, pero si no lo hacemos, nuestro pueblo, desgraciadamente, seguirá viviendo episodios de este tipo cada vez con más frecuencia.

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