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¿Hay o no hay arte en Puente Genil?

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Muchas veces nos han contado, y soy de quienes lo recuerdan constantemente, acerca del impresionante movimiento cultural experimentado en Puente Genil durante las últimas décadas del siglo XIX y las primeras del XX. Era entonces el tiempo de los grandes, de los grandísimos hombres de letras, de la política, de la pintura, incluso de la arquitectura y de la música. Era el tiempo de los pioneros en la arqueología y en el estudio de nuestra propia historia. A modo de  enlace y conexión del hoy con el pasado, nos ha quedado la generosidad, el trabajo y la creación de aquellos grandes hombres.

Y sin embargo y siendo conscientes de ello, opino que el dinamismo cultural, la capacidad de estudio, el deseo de aprender, de conocer y crear del Puente Genil de hoy, supera con mucho al del siglo XIX.

Jamás ha dado nuestro pueblo una nómina tan impresionante de músicos (ya sean profesionales, aficionados, o sencillos amantes de la música); nunca se ha respetado tanto a los artistas flamencos, ni estos se han formado, estudiado y cuidado, conscientes de su aportación a un inmenso legado cultural, como lo hacen en la actualidad.  

     

En el terreno literario, en ningún otro período de la historia se ha escrito, leído y publicado tanto y tan bien. Es cierto que al ser hoy –afortunadamente– la literatura un modo de conocimiento y expresión accesible a la práctica totalidad de la población, podemos leer de todo. Pero en un ejercicio de generalización, el elenco de buenos, de excelentes escritores vinculados a Puente Genil es impresionante.

Respecto a las tallas y esculturas, el simple hecho de que recientemente haya comenzado a hablarse de una escuela pontanensa en la imaginería, dice mucho del estado de la cuestión.

En pintura, la nómina de grandes referencias en el mundo de las vanguardias, la cartelería, el costumbrismo, la expresión plástica desde sus más variadas vertientes, convierten a nuestra villa en un referente para los entendidos en arte.

Incluso los arquitectos hace mucho tiempo que dejaron de diseñar empleando exclusivamente criterios funcionales, y empleando en sus trabajos conceptos y enfoques que enlazan aquellos con otros eminentemente artísticos.

Diseñadores de moda, vestidores, decoradores de interiores, incluso trabajadores de las flores –exponentes de un arte efímero y necesario–, orfebres, diseñadores gráfico y bordadores, completan un elenco de sensibilidades nunca vista al servicio de lo bello.

No solo los creadores son más numerosos que en ninguna otra época, sino que parecen haber heredado un talento extraordinario para su expresión. A todo ello, debemos añadir dos cualidades que hacen de este, un tiempo extraordinario. Por un lado una exigencia absoluta respecto a ellos mismos y su trabajo, lo que les hace vivir en un continuo aprendizaje, en un constante crecimiento y superación. Por otro lado, y quizás sea éste lo que más los identifica y los hace inmortales, su generosidad y compromiso con su tierra. El éxito cosechado en sus campos respectivos, no conlleva un desapego del suelo natal. Muy al contrario, como ocurría con aquellos grandes del siglo XIX, triunfadores y conocidos a nivel nacional, la identificación de su expresión artística con Puente Genil les hacen mirar hacia el lugar de dónde se viene, convirtiendo su origen en el lugar donde asentar la punta del compás para abrirlo al mundo entero.        

     
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