Texto original de Antonio Illanes Velasco, Cronista Oficial de la Villa de Puente Genil, en la revista El Pontón núm. 246, octubre 2008
El cortijo de la Capilla, con una superficie aproximada de 130 fanegas, se encuentra en la zona de los grandes cortijos de Castillo Anzur que fueron propiedad de los duques de Medinaceli.
La última vez que pasé por el lugar estaba todavía en pie, pero en muy mal estado, el vetusto caserío del siglo XVIII. Había tenido en el centro de su fachada un escudo con las armas de la casa de Priego, que había sido retirado muchos años antes, y un gran patio central como todas las construcciones rurales de aquel siglo. En la esquina de la derecha poseía un reloj de sol, desconozco si todavía se encuentra en su lugar, y en la esquina de la derecha la capilla que daba nombre al cortijo. De planta rectangular y escasa altura, era el lugar donde los obreros de las fincas inmediatas se acercaban los domingos y días de fiesta para cumplir con el precepto, hasta el año 1910 en que se edificó la nueva Iglesia en la Hacienda de la Yegueriza, bajo proyecto de Rodrigo García Luque y en estilo neomudéjar, por encargo de los duques de Tarifa y Denia. No obstante, los habitantes de la zona siguieron visitando esta pequeña capilla hasta que al quedarse sin caseros la finca, las sagradas imágenes que albergaba se trasladaron a Puente Genil, donde se conservan, así como los dos retablos que poseía, uno con venera que ocupaba el altar mayor y otro en el que estaba, además de la pintura sobre tabla de San Cayetano, San Francisco, un santo Obispo y una Inmaculada, estos de mediano tamaño, además de otros dos de vestir.
He alegido este cortijo para escribir sobre él, porque a principios de verano me llegaron rumores de que se habían encontrado restos humanos en aquel lugar, algo que ya conocía porque en los testeros del primer cuerpo de entrada se encontraban dos enterramientos, al parecer de un matrimonio, el de Dª. Ana de Zurita, fallecida en 1819, y frontero a éste el de D. Pedro Antonio de Ariza, teniente de alcalde de Castillo Anzur entre 1806 y 1838. Las lápidas funerarias eran de estuco y estaban enmarcadas por pinturas decorativas, posteriormente cubiertas de cal.
Al estar el cortijo medio en ruinas, unos y otros retiraron las lápidas. La de Ana Zurita se ha perdido, la otra arrancada de su lugar y rota, la recogió posteriormente un vecino que la tiene en su casa.
De la visita que realicé al lugar tome las fotos que ilustran estas notas.