Publicado en El Pontón nº 33, mayo 1989
Original de Francisco Luque Estrada
No es corriente encontrar en la vida del Imperio Romano un Capitán tan celoso de sus funciones, y admirador de sus marciales legiones, como el «Manantero Ejemplar» Fernando Estrada García-Hidalgo, que permaneció en el mismo nada menos que sesenta años en activo, después de pertenecer 10 años a la distinguida Corporación de Los Dones del Espíritu Santo.
Don Fernando, desde que tuvo uso de razón sentía gran afectividad por su sin par Imperio, por lo que ingresó en este la Cuaresma del año 1927. Fue Presidente 17 veces y era difícil acertar que al imponerle en el año 1965 la Medalla de Oro a D. Juan Pino García-Hidalgo, al que por haber fallecido sustituyó en el cargo en 1966, teniendo la suerte de ocupar el sitio de Capitán 22 años consecutivos, ya que el pasado año 1988 fue el último que mandó las filas romaniles con sus noventa años.
Además, anteriormente era subcapitán, y siempre estuvo en la vanguardia de su Corporación, de la que se vanagloriaba que estuviera en el cénit de sus mejores tiempos, entre ello por el mayor número de hermanos y la adquisición del magnífico Cuartel.
Su constante cariño al Imperio Romano le impedía formar parte de otras actividades cofradieras, siendo durante su larga vida solamente Hermano Mayor del Santo Sepulcro y Ntra. Sra. de las Lágrimas en año que la procesión en este día iba acompañada por el mismo, habiendo conseguido también el preciado título de «Manantero Ejemplar» é, incluso, su figura romanil fue plasmada en 1974 en el Cartel de Semana Santa.
Como componente de la Corporación, que es Hermana de Las Virtudes Morales, siempre que desfilaba el Domingo de Resurrección y pasaba por debajo de la Palma que lleva cruzada Paciencia y Castidad, pronunciaba un ferviente “¡Viva!”, cuyo afecto lo demostraba año tras año, en confraternal almuerzo del primer domingo cuaresmal, donde acompañaba gustosamente a los representantes del Imperio.
Una frase muy suya era que estaba muy agradecido de la salud que Dios le había dado hasta ahora, y de que el Imperio Romano esté en el cénit con más hermanos que nunca, y sobre todo con haber conseguido su gran Cuartel.
El Grupo de Música, era para él estimadísimo, por lo que procuraba que sus brillantes intervenciones fueran las necesarias, evitando el cansancio de los que amenizan el majestuoso desfile.
Han sido muchos los galardones que ha recibido Don Fernando durante su larga vida, pues gozaba de la simpatía de todos los pontanenses, y aunque el Imperio le concedió la Medalla de Oro, «más que por el tiempo, por lo que se había inclinado en apoyo de la corporación», cosa que manifestaba en una agradable entrevista que tuvimos la satisfacción de hacerle para Radio Nacional de España en Cabra. Logró ser merecedor de numerosos testimonios de gratitud y reconocimiento, como lo reflejan las distinguidas condecoraciones, entre ellas el Pergamino de las Corporaciones que organizaron la típica Verbena del día Santiago en la Plaza de Lara, la Placa del Imperio y la Medalla de Oro de la Agrupación de Cofradías.
Con las tradicionales notas de la Diana del día de la Cruz que habrán llegado a las Alturas Celestiales, elevamos una oración por el alma de este inolvidable Romano, que anhelaba seguir en el puesto de Capitán mientras que el Divino Nazareno le diera salud para seguir siéndolo en los anales de la Eternidad.
¡Ved las centurias con sus legiones
señoreando ricos pendones
que en oros finos bordados van!
¡Ved la bandera rojo amapola,
ved al gigante que la tremola
ved la arrogancia del Capitán…!