El Pontón

Foto para el recuerdo… Las Escuelas Dominicales en 1928

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Texto original en El Pontón de agosto/ septiembre 1990, núm. 47 y 48

Fotografía de las maestras y alumnas de las Escuelas Dominicales en una excursión a la finca La Heredad el 20 de mayo de 1928

Se organizó una paella, guisada por las más expertas en cocina. Fuimos andando porque entonces las carreteras estaban libres para poder circular en grupos. Por el camino y luego allí, cantamos, jugamos y bailamos, según las costumbres de aquellos tiempos: a la rueda, la comba, las sevillanas, la tarara, etc. No faltaron las improvisadas poetisas de turno, sin importarle mucho los ripios que podrían aparecer… En fin, para mí fue un día muy bonito. 

     
Las Escuelas Dominicales en La Heredad, 1928

Como hay muchas personas que no han oído hablar de las Escuelas Dominicales, les diré que empezaron en el colegio de la Compañía de María para las chicas que no podían ir a clase a diario. Su organizador fue D. Emilio Cabello, un sacerdote pontanés que estaba en Málaga de párroco. La directora, la Madre Ana María Rodríguez de Puerto Real, era una de las principales maestras del colegio. Además, se formó una junta de seglares nombrando presidente a la Sra. Adela Bajo Montilla, pero como se casó pronto, la sustituyó la Srta. Filomena Varo Campos, que estuvo hasta que se acabaron dichas escuelas por los años 50 con motivo de una ley que obligaba a los niños a asistir a las escuelas públicas o privadas.

Siguiendo la historia, como cada vez había más alumnas, tuvieron que abrir otros centros además de el del Colegio y fueron: uno en la Concepción, bajo la dirección de la Srta. Rosario Muñoz Contreras; otro en la parroquia de Santiago de Miragenil, directora, la Srta. Carmen Carmona Villafranca; y otro, en el Dulce Nombre a cargo de la Srta. Pepita Velasco que a la vez fue muchísimo tiempo presidenta de la Purísima nuestra Patrona.

Las clases que se daban eran: Religión, lectura, escritura, matemáticas, corte y confección que dirigía la Srta. Amparo Aguilar Luna y más tarde se amplió la enseñanza con flores artificiales, que ahora se llamarían de tela para distinguirlas, de las de plástico que entonces no existían.

Pasado un tiempo D. Francisco Reina Framis compró para ellas una casa junto a la ermita de la Concepción, contribuyendo el Obispado con un donativo. En esta casa se dieron clases nocturnas y estuvieron de día las Escuelas Parroquiales para párvulos.

Al cesar las Escuelas Dominicales por el motivo antes expuesto, le regalaron la casa a la M.M. Filipenses que la habitaron hasta construir el colegio en la calle San Felipe Neri, donde hacen una gran labor con niñas huérfanas y otras faltas de cariño y cuidados, por lo que merecen, la ayuda y reconocimiento de todos los pontanenses.        

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