Publicado en El Pontón nº 17, de diciembre 1987
Original de Miguel Jiménez López
El recinto de las Bodegas Delgado es casi el único testimonio en nuestro pueblo del quehacer artesanal y parsimonioso de otros tiempos. Entre las hileras de botas, diestramente colocadas, se respira el aire, detenido más de cien años, que nos invita a soñar con ese oro pagano y sacramental que es el vino, paladeándolo al amor del silencio, la cal de sus paredes y el roble de sus toneles. Una luz frutal, como de mediados de otoño, pone el contrapunto a la penumbra de la nave.
«Soy una bodega cuyos orígenes se orientan a 1874, con lo que mi antigüedad supera con creces la de cualquier otra empresa pontanesa. Fueron mis fundadores el matrimonio formado por Antonio Delgado Gálvez y María Estrada Gálvez. Él ejercía el oficio de barbero y sangrador, comenzando su faceta de bodeguero adquiriendo trece botas en el pueblo de Zapateros, hoy Moriles y las bautizó con el nombre de Los Apóstoles y del Maestro. Se despachaba el vino por una piquera y algunos clientes lo consumían en el propio portal haciendo pequeñas tertulias. Antonio Delgado era un hombre cabal al que no le faltaba una buena dosis de humor. En una ocasión, en tiempos de Primo de Rivera, estuvo de Alcalde accidental una temporada. Cierto día llegó el cabo de los municipales a darle la novedad que consistía en la detención de una vecina. -«¿Y qué infracción ha cometido?» le preguntó. -”Que estaba borracho!» replicó el cabo. -«¡Pero, hombre de Dios, que me dejas sin clientes! ¡Suéltalo y a otra cosa!». Zanjó la cuestión el Alcalde bodeguero.
Al morir el marido, la empresa se anunció como Viuda de Antonio Delgado Gálvez y posteriormente, en 1941 adquirió el nombre definitivo de Sociedad Limitada Delgado Hermanos, en la que los socios eran los cuatro Hermanos Delgado: Ana, Manuel, Antonio y Basilio. Con ellos el negocio se afirmó y fue creciendo, entre otras cosas, porque Manuel aprendió técnicas de mercado durante su estancia en Chile como jefe de ventas de Viña Lontué. En los consejos de administración hay una representación proporcional de todas las familias. La evolución no está reñida con la tradición y así el vino que entra en mis botas continúa siendo de Moriles y las botellas que lo presentan son del tipo Rhin, como en mis comienzos, un modelo que identifica igualmente a Moriles».
Las estadísticas económicas y comerciales nos habrían convertido en meros accidentes perdidos en el océano de una historia geológica del paso del tiempo. Las estructuras de parentesco nos devuelven el protagonismo perdido y la voluntad de nuestra sangre puede redimirnos del vacío para imponer otra ley al infortunio conquistando la verdadera dimensión de nuestra identidad. Tal es la intención de los hombres traducida al fraguar nuevas instituciones.
«Hoy es la tercera generación de una empresa familiar la que rige mi destino y su política comercial se basa en el contacto directo con los clientes, sin grandes medios de difusión. Así presentan mis caldos en ferias de muestras, catas, certámenes, etc. y el éxito nosacompaña en numerosas ocasiones. A título de curiosidad los premios recientes han sido la Medalla de Plata para el vino FEO en Primer Concurso Internacional de Valencia; Primer Premio de Vinos Especiales y Generosos en la 2ª Cata del Descubrimiento en Méjico y Primer Puesto en la Cata de Córdoba de 1987. Mis vinos de más nombradía son los finos Moriles FEO y Segunda Bota y el Amontillado Faraón. La marca FEO está registrada en noviembre de 1921 y el fino Antoñico se registró en 1923. Hay algo de predestinación en lo que atañe a la calidad, pues ya en 1929 le otorgaron la Medalla de Oro al FEO en la Exposición Universal de Barcelona.
Hubo en tiempos algo de destilería, pero era complicar la función primordial y por ello los veinte empleados se dedican exclusivamente a la elaboración de los vinos. Por cierto, que con motivo de la inauguración de la Plaza y Monumento de la Mananta, el Jueves Lardero de 1987, se dio un vino especial para la ocasión, con una personalidad tan acusada y un emboque tan definido que se ha registrado como Fino Mananta y forma parte ya de mis ofertas con nombre propio.
Prácticamente conocen mis productos en todo el mercado nacional, pero con especial incidencia en las provincias de Córdoba, Málaga y Sevilla; en otro orden en Cataluña, Madrid y Baleares».
El vino es un organismo vivo aparentemente en letargo. Del mismo modo que el mosto lentamente va convirtiéndose en el milagro de un fino. La evolución natural de todo el conjunto de la Bodega se va produciendo pausada y sosegadamente, sin alterar ese reposo propio de las botas y ese caminar sin prisa y sin pausa de las cosas sencillas, elementales. Rodeado de andanas y techumbres de vigas se percibe la profunda vibración de ese silencio productivo que llega a confundirse con los latidos interiores del alma.
«Mis diferentes naves albergan cinco mil botas de roble americano distribuidas en varios edificios incluido el lagar de Los Arenales. Para mayor eficacia en temporada de vendimia la empresa tiene arrendado un lagar en Moriles Alto. La mayor escrupulosidad y el máximo cuidado se observan en la operación de vendimiar, colocándose los racimos de uva en cajas especiales con agujeros de drenaje, pagando por el trabajo un sobreprecio en atención a la limpieza de la labor. La crianza del vino aun siendo un proceso lento y casi artesanal admite la ayuda de la tecnología y de’ este modo, en el lagar del término existen cuatro depósitos de fermentación controlada de cien mil litros, todos de acero inoxidable. También hay unos trujales de hormigón con las paredes revestidas con resina EPOXI, una materia inerte que casi vitrifica el hormigón evitando el contacto directo con el vino. En el mismo sentido se instalaron varios depósitos de acero inoxidable y de 25.000 litros de capacidad, para evitar el trasiego continuo del vino ya elaborado y darles la misma homogeneidad a las partidas. Con el fin de mantener una temperatura uniforme las instalaciones tienen techo isotermo.
En lo que se refiere a su distribución se ha puesto en circulación un nuevo tipo de envase. Se trata del «Bag- in-box«, una caja de cartón fuerte en forma de dado que lleva en su interior una bolsa de aluminio llenada al vacío con vino. A medida que se consume el contenido, la bolsa se va plegando haciendo imposible su rellenado. Para el consumidor es una garantía de calidad y control sanitario. Al público de Puente Genil siempre se le ha tratado con deferencia y una muestra de ello pudiera ser el hecho de que mis vinos hayan colaborado con todas las muestras celebradas en Expogenil«.